[Opinión] El dilema de Francia

Artículo de Manuel Fernández de Sevilla publicado en www.elcomunista.net 05/05/2017

La décision finale.

El sistema electoral de segunda vuelta francés, obliga a la ciudadanía francesa a pronunciarse por dos candidatos: el banquero Macron, representante del sistema, y la ultra nacionalista xenófoba y racista Le Pen.

Francia nunca ha dejado de sorprendernos desde antes de su revolución en 1789: Felipe IV el Hermoso contra la plutocracia encarnada en la Orden del Temple; Luis XIV el Rey Sol, enfrentado a los tratantes de usura representados por el famoso gran ministro de finanzas Nicholas Fouquet, y posteriormente en su lucha contra Holanda y la Inglaterra Orangista, potencias marítimas comerciales y coloniales que impulsaron el poder financiero bancario internacional en Londres y Amsterdam.

Felipe IV de Francia y los Templarios que acabaron en la hoguera

Felipe IV de Francia y los Templarios que acabaron en la hoguera.

La lucha de la vieja monarquía contra la plutocracia señalada en los escritos del pensador católico Hilarie Belloc, nada sospechoso de marxista, deja constancia que la monarquía nació para someter a la oligarquía en interés del bien público, en interés de todos, es su expresión.

Que la monarquía antigua se convirtió en la máxima expresión del Estado, conformando al mismo tiempo el edificio público y la base de las políticas públicas de desarrollo de las infraestructuras junto a una visión intervencionista del papel del Estado en la economía que recordará Keynes cuando inspira su obra “Teoría General del Empleo, del interés y de la moneda” en la realizada por el ministro de economía predilecto de Luis XIV: Jean Baptiste Colbert.

Carlos I de Inglaterra, ejecutado tras ser derrotado en la guerra civil entre realistas y parlamentarios. Oliver Cromwell se hace con el poder en 1649

Carlos I de Inglaterra, ejecutado tras ser derrotado en la guerra civil entre realistas y parlamentarios. Oliver Cromwell se hace con el poder en 1649.

Esta política intervencionista estaba basada en mantener unos tipos de interés del dinero muy por debajo del 5%, evitando el endeudamiento progresivo del Estado respecto a las clases adineradas, cuyo representante lo había sido Nicholas Fouquet, ministro de finanzas del Rey Luis XIV.

Mientras que la usura forzaba a la privatización de los recursos y al endeudamiento progresivo en Inglaterra, favoreció el debilitamiento de la Corona en cuanto al poder del Estado encarnado en ella, y ello posibilitó que la aristocracia comercial se convirtiera en una aristocracia financiera, la cual a través de la banca londinense y el parlamento británico que dominaban, se convirtiera en la verdadera dueña del país, marginando en el proceso privatizador y desamortizador de los recursos comunales, a todas los estamentos populares.

Los dos mundos del siglo XVII: la Francia intervencionista frente a la Inglaterra liberal
El intervencionismo proteccionista francés lo encarnará Colbert frente a Fouquet, porque éste simboliza el liberalismo capitalista de la aristocracia mercantil que crea la banca para desmantelar el Estado monárquico y construir otro Estado alternativo afín a sus intereses financieros, comerciales y económicos. Se trata del nacimiento del Estado liberal burgués desde antes de su expansión mediante la futura revolución francesa de 1789.

La derrota de la revolución francesa de 1789: las ideas secuestradas

El jacobinismo francés vuelve a poner de relieve la importancia del Estado frente a las clases privilegiadas que lo venían parasitando desde 1760. El desmantelamiento del Estado monárquico de Luis XIV era perseguido por una buena parte de la nobleza francesa que había visto en el pasado con muy buenos ojos el hundimiento de la monarquía inglesa que representaban los Stuart. Ese hundimiento del Estado implicó el triunfo de la oligarquía aristocrática mercantil que trabajaba por la instauración del capitalismo y la privatización de los recursos comunales, y que consiguió a partir de la Gloriosa Revolución de 1688, con el destronamiento de James II Stuart. Pues bien, este modelo económico privatizador es el que se pondrá de moda en Francia a partir del año 1760, donde la escuela liberal fisiócrata francesa tenía unos esquemas muy similares a la existente en Inglaterra desde que Adam Smith escribiera su libro: “La Riqueza de las Naciones”, donde básicamente se describe los elementos que caracterizan a las economías liberales capitalistas bajo los parámetros de productividad, eficiencia, competitividad dentro del esquema de la privatización del “Comunal Público”.
La oligarquía inglesa ya había experimentado lo que significaba la “Tragedia de los Comunes”, la expropiación del campesinado y los Estamentos populares de sus tierras, recursos y viviendas comunales ancestrales. Ese robo había permitido el enriquecimiento de esa oligarquía plutócrata, y para ello, debió enfrentarse a la Corona de Inglaterra, pues tal y como afirmaba Hilaire Belloc en “Carlos I, Rey de Inglaterra”: “la misión y deber de la realeza es la sujeción de los poderosos en interés de todos”
En este sentido se entiende la oposición de la oligarquía republicana frente a una monarquía que limitaba su crecimiento y posibilidades de negocio. Para esa oligarquía mercantil y aristocrática el Rey era la fuerza política que encarnaba el Estado monárquico, un Estado que los herederos liberales en los años 70 y posteriores tacharían de “comunista”.

La revolución francesa jacobina desde su sentido económico fue completamente barrida y utilizada por las fuerzas conservadoras que representaban la oligarquía. Una oligarquía, que se había servido de la monarquía desde 1760 a 1789, años que caracterizan el debilitamiento del Estado, y simbolizan la privatización del mismo, bajo la similitud de su homólogo británico. Si los jacobinos querían devolver al Estado un papel preponderante como baluarte defensor de los derechos colectivos frente a los intereses privados individuales de la oligarquía, los elementos conservadores acabarían secuestrando la revolución francesa y la terminarían haciendo suya al utilizar al pueblo como ariete contra las instituciones garantistas existentes durante el Antiguo Régimen. Era su forma de desmantelar lo público en aquella época.

Comunismo versus Capitalismo

La historia es cíclica y se repite en base a paralelismos que nos acercan en algunos aspectos al pasado manifestando ciertas diferencias por la distancia en que acontecen nuevos fenómenos históricos. Las guerras entre Inglaterra y Francia que asolaron al mundo en el siglo XVIII por el monopolio de los dominios de ultramar llevaba implícita otra lectura de trasfondo: el enfrentamiento entre el orden industrial y capitalista representado por Inglaterra contra un mundo agrario, feudal y comunal reflejado por Francia. En estas contiendas sucesivas de la Guerra de los Siete años y la Guerra de Sucesión Austriaca, Francia pierde numerosos centros de aprovisionamiento de materia prima, quedando Gran Bretaña con la inmensidad de un gran mercado y dominio colonial que se extendería hasta la India.

En el paralelismo cíclico de la historia, el enfrentamiento del mundo francés contra el orden anglosajón ha dejado manifiesto la heredad durante los años 1950 a 1980 de ver una similitud salvando las distancias entre el enfrentamiento de la guerra fría protagonizado por la potencia anglosajona de los EEUU y su entente capitalista contra la URSS y el bloque de las potencias socialistas.

Las características económicas del orden anglosajón capitalista se fundamentan en el libre mercado y la legalización por el mismo, de la explotación y expropiación de los recursos ajenos, mientras que el mundo socialista trataba de aplicar la autogestión económica desde el autoabastecimiento, el autoconsumo, y explorar las vías de desarrollo dentro de las posibilidades económicas del propio país sin contar con recursos ajenos. La Francia de los siglos XVII y XVIII, por sus paralelismos económicos de intervencionismo del Estado en la economía, reglamentaciones aduaneras, economía agraria, existencia de gremios con gran capacidad sindical… impedía el lucro a los que soñaban con un sistema liberal.

Proteccionismo versus Liberalismo

Desde 2008 venimos sufriendo en Europa una importante y terrible crisis económica que en Francia se caracteriza por la deslocalización empresarial. Los empresarios para hacer frente a los costes de producción toman decisiones encaminadas a cerrar sus empresas en el país de origen para llevarlas a producir en el exterior, aprovechando la globalización neoliberal capitalista como fenómeno económico donde se expande fácilmente la precarización laboral y medioambiental.

El pasado 23 de abril, los franceses pudieron haber elegido una opción responsable, progresista, democrática, de izquierdas, muy crítica con el actual proceso existente de “construcción europea”, basada en los recortes sociales que impone la Troika Neoliberal capitalista. Sin embargo los franceses no eligieron como fuerza política a la France Insoumise, cuyo dirigente Jean-Luc Melenchon rozó el 20% de los votos.

Desde la caída del muro de Berlín en 1989, el hundimiento del bloque socialista ha supuesto una progresiva derechización de la sociedad a nivel europeo y mundial. Los seres humanos, en lugar de profundizar por desarrollar, implementar y establecer políticas solidarias, de ayuda mutua, fraternales, se han dejado engañar por el endiosamiento del poder del dinero, la rivalidad, la competitividad, el deseo de tener aún más, haciendo suyas las ideas económicas liberales. Ello ha favorecido el crecimiento desde 1989 de los movimientos de extrema derecha que se caracterizan también por sus propuestas políticas y económicas de recoger ciertas y ambiguas reivindicaciones populares de las que ha hecho dejación toda la “izquierda progre oficial” representada por el Partido Socialista Francés o el PSOE aquí en España. No hay mas que ver el desplome del Partido Socialista Francés para entender esto.

El liberalismo económico del programa derechista conservador ha institucionalizado en la conciencia colectiva un individualismo económico exacerbado, y ello ha posibilitado tras el hundimiento del bloque socialista en 1989, que surja una extrema derecha que ha recogido los discursos tradicionalistas de la historia del pasado de la humanidad existentes en pensadores como Chateaubriand, Chesterton o Hilarie Belloc, o en políticos conservadores a la antigua usanza como Benjamin Disraeli que se hubieran escandalizado por la defensa privatizadora del comunal público de las que hacía gala la liberal capitalista Margareth Thatcher. La extrema derecha ha recogido, con mucha vista e interés, todo el arsenal argumentario histórico tradicionalista anticapitalista, argumentos considerados populistas por la derecha e izquierda oficial, que se mueven dentro del sistema. Una buena parte de los mismos a nivel económico son compartidos por la izquierda más reivindicativa y obrerista, llamada por sus enemigos extrema izquierda, como la representada por “La France Insoumise” de Jean-Luc Melenchon, o “Podemos” de Pablo Iglesias en España, o la de Jeremy Corbyn en Gran Bretaña.

Owen Jones en un acto de apoyo a Podemos

Owen Jones en un acto de apoyo a Podemos.

El propio Owen Jones, autor de “El Establishment, la casta al desnudo” se pronuncia de la siguiente manera:

“Muchos líderes conservadores no habían tenido ningún reparo en apoyar los principios de intervención estatal del régimen de la posguerra, en tratar a los líderes sindicales como iguales y en mantener unos tipos impositivos marginales altos. En la década de los cincuenta, los conservadores competían con el Partido Laborista por ver quién construía más viviendas de protección oficial, un verdadero anatema para los principios thatcheristas posteriores, los de la propiedad inmobiliaria y los de dejar en manos del mercado las políticas de vivienda. Muchos de aquellos líderes de la posguerra eran patricios conservadores, entre ellos ex alumnos de Eton como Harold Macmillan. Cuando en 1975, Thatcher se convirtió en líder de los conservadores, se sintió aislada dentro de su propio gabinete en la sombra. Incluso durante los primeros días de su mandato se vio a sí misma batallando contra la oposición interna del llamado “sector blando”, que tenía miedo de las consecuencias de derribar el orden de la posguerra. En 1985, el ex primer ministro Macmillan comparó en público las políticas de privatización de Thatcher con venderse “la plata georgiana” y “todos esos bonitos muebles que antes había en el salón”. En las primeras décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, había imperado entre los conservadores la paternalista tradición de la “nación unida”, que había instaurado el primer ministro conservador del siglo XIX Benjamin Disraeli, y con el que Macmillan comulgaba. Era esta corriente la que -para gran desdén de los paniaguados neoliberales- había aceptado el consenso de la posguerra, y también la que había mostrado reservas o miedo hacia el nuevo orden neoliberal. Bajo el thatcherismo, sus miembros fueron quedando marginados hasta que desaparecieron.”

Si finalmente el pacto social de la postguerra se ha roto, porque los liberales ya no tienen miedo de ningún bloque comunista que pueda persuadirlos de alguna manera para que consideren las garantías sociales como algo fundamental a valorar en beneficio de la población civil, en interés de todos, y se decidieron por la privatización descarada de los recursos y los medios de producción, antes en manos públicas y del Estado, se decidieron por los recortes sociales, por la deslocalización empresarial, por el cierre de los puestos de trabajo, por la progresiva eliminación del empleo público, por la precarización de la sanidad y de la educación, por amenazar a los mayores con los recortes en sus pensiones,… habrá que persuadirlos de nuevo, de alguna forma, mediante el voto para que tomen en serio las demandas legítimas de la clase trabajadora y de los estamentos populares empobrecidos y desheredados. Y ello, obviamente, no pasa por respaldar al banquero Emmanuelle Macron que representa el sistema económico neoliberal capitalista. Es por esto, por lo que Jean-Luc Melenchon pidió el voto en blanco o la abstención, aunque los sondeos realizados y las encuestas francesas afirman que dos tercios de la fuerza progresista izquierdista de “La France Insoumise” se decantará finalmente por votar por el partido de Le Pen, lo cual tiene cierta lógica, si se excluyen los componentes xenófobos, racistas y nazistas de la formación ultraderechista que ha copiado el discurso económico del partido comunista francés de los años 60 y 70. La propia formación “monarchiste de gauche” denominada la Nouvelle Action Royaliste se ha pronunciado en este mismo sentido, por el voto en blanco o la abstención.

Con un mínimo de honestidad y sinceridad deberíamos entender que el racismo, la xenofobia, la marginación social, la exclusión y el autoritarismo que representa el partido que lidera Le Pen, es en realidad manifestado de forma bien explícita y declarada por muchos de sus militantes y simpatizantes, pero no podemos olvidar nunca, que “La France en Marche”, más liberal, que representa Emmanuele Macron lleva bien implícitos todos esos antivalores que representan en realidad el sistema económico de explotación capitalista. Muchos vemos en Macron como el gran banquero experto en banca de inversión, quien ha favorecido la fortuna de los Rothschild, a su predecesor histórico Nicholas Fouquet, quien aspiraba a gobernar Francia.

Los grandes banqueros del momento en su tiempo cada uno Nicholas Fouquet y Emmanuele Macron

Los grandes banqueros del momento en su tiempo cada uno: Nicholas Fouquet y Emmanuele Macron.