[Libro] Una represión olvidada. El carlismo perseguido por la dictadura franquista y la extrema derecha (1955-1982)

Libro de Josep Miralles Climent publicado por la editorial Txalaparta en 2023.

Existe una visión extendida entre numerosos historiadores en torno al carlismo, condicionada, fundamentalmente, por la participación de este movimiento en el bando nacional durante la guerra civil española, mediante los Tercios de Requetés. Pero esta visión resulta limitada o incompleta, ya que, en contra de lo que se suele pensar, el carlismo fue, ya durante la propia guerra, perseguido por el franquismo. Sus principales dirigentes fueron desterrados por negarse a crear un Estado totalitario y borrar al carlismo integrándolo en el partido unificado de FET y de las JONS. El historiador Josep Miralles Climent muestra, con numerosos datos y documentos, esa oposición y la persecución consiguiente, con el objetivo de dar a conocer una parte de la historia que ha sido olvidada.

El historiador Josep Miralles Climent nos da a conocer en este ensayo histórico la represión que sufrió el carlismo durante todo el franquismo, y también después. «Una represión que no cesó ni siquiera durante los años de menor beligerancia contra la dictadura, entre 1956 y 1966, época que algunos han llamado de «colaboracionismo», porque en realidad fue una estrategia para poder actuar con mayor libertad», afirma el autor.

Terminada esta etapa, se volvió a un nuevo período de oposición que supuso la expulsión de los Borbón Parma en 1968, lo que favoreció el proceso de radicalización del carlismo más activo que reconvirtió la Comunión Tradicionalista en partido político, algunos de cuyos miembros llegaron a practicar la lucha armada a través de los Grupos de Acción Carlista (GAC). «Todo ello supuso la consiguiente persecución policial con detenciones, torturas, juicios en el TOP, consejos de guerra y largas penas de cárcel, además de multas, destierros, suspensión de actos, cierre de locales y secuestro de prensa carlista de carácter legal…».

Muerto el dictador, durante los primeros años de la monarquía franquista el Partido Carlista tampoco se libró de la persecución, no solo por parte del Gobierno, sino también por elementos de la extrema derecha, vinculados al mismo a través de las cloacas del Estado, tal como ha quedado demostrado en los últimos documentos secretos descubiertos en 2023 sobre los crímenes de Montejurra en 1976. Miralles describe en este libro esa oposición y la persecución, para dar a conocer esa parte de la historia.

Prólogo de Manuel Martorell Pérez

Uno de los principales inconvenientes a la hora de tratar el fenómeno histórico del carlismo es concebirlo como un conjunto homogéneo, cuando, en realidad, existen y han existido interpretaciones muy distintas e incluso opuestas de este secular movimiento legitimista. Y no nos referimos tanto a tendencias, corrientes o, como se dice ahora, “sensibilidades” distintas en el seno de una misma organización, sino más bien a posicionamientos sociopolíticos que solamente tienen en común el uso de un mismo nombre, simbología y referencias históricas que se retrotraen a las primeras décadas del siglo XIX.

Incluso en los momentos en los que se presenta en apariencia con mayor cohesión organizativa, como le ha ocurrido al estructurarse militarmente en sucesivos conflictos bélicos, estas diferencias terminan por emerger y exteriorizarse públicamente. La Guerra Civil y la dictadura de Franco no fueron ninguna excepción; hubo posturas enfrentadas ante hechos de gran trascendencia social, como pudieron ser en estos dos periodos históricos los posicionamientos ante el surgimiento del régimen franquista o ante los crímenes cometidos en la retaguardia, de forma especialmente intensa en Nafarroa, por mucho que en nuestros días se intente proyectar al conjunto del carlismo y de forma simplista una misma actitud en relación a estos dos relevantes hechos.

Se podrían poner unos cuantos ejemplos, pero, obviamente, este prólogo no es el lugar más idóneo para hacerlo. Sirva solo de muestra el canje general propuesto por la Junta Nacional Carlista al Gobierno Vasco que pudo salvar a finales de 1936 cientos de vidas en ambos bandos. Esta importante iniciativa tendente a humanizar la guerra fue lanzada en octubre por la citada Junta Nacional, liderada por Manuel Fal Conde y Javier de Borbón-Parma, con apoyo del Reino Unido y de la Cruz Roja Internacional, pero fue desbaratada por la Junta de Nafarroa enviando una comisión al Cuartel General de Franco para denunciar un proyecto que, en diciembre, estaba ya prácticamente cerrado. Las dos juntas, la nacional y la navarra, también se enfrentaron ante el Decreto de Unificación de 1937 que sentaría las bases políticas del régimen: la primera rechazándolo; la segunda, respaldándolo e integrándose en el partido unificado.

Desde el régimen, la actitud ante estos dos “carlismos” también fue diferente. Serrano Súñer, “cuñadísimo”, diseñador del proyecto FET y de las JONS, primer ministro de Gobernación, nada más acabar la Guerra Civil responsable de la política exterior y, por lo tanto, una voz más que autorizada, lo explica con nitidez en sus memorias: “A la cabeza de los tradicionalistas figuraban dos tendencias: una de orientación alfonsina y propensa a la colaboración política con Franco –Rodezno, Bilbao, Florida, Esparza, Oriol, Mazón, que efectivamente entrarían con disciplina en la unificación– y la carlista intransigente representada por Fal Conde y que a la hora de la prueba rechazaría toda cooperación y se mantendría en sus trece fuera del aparato unificado. Fal Conde era temido en el Cuartel General y su resistencia a la unificación hubiera tenido como respuesta una represión violenta de no haber sospechado Franco, con razón –subraya explícitamente Serrano Súñer– un verdadero motín en los frentes”.

Como señala implícitamente Serrano Súñer, Franco estuvo a punto de fusilar a la figura más relevante del carlismo en esos momentos y solo se contuvo en su drástica decisión porque la retirada de los requetés de los frentes habría dado un vuelco total al desarrollo de la guerra. Se limitó a mantenerlo deportado en Portugal. Lo mismo se puede decir de Javier de Borbón-Parma, abanderado de la dinastía proscripta, expulsado expeditivamente del territorio nacional tras enviar una pareja de guardias civiles a buscarle al convento donde pernoctaba porque tardaba en llegar al Cuartel General de Burgos, desde donde se le había ordenado que se presentara lo antes posible, interrumpiendo su gira por los frentes de Andalucía. Precisamente, durante este viaje por las tierras del sur, su secretario particular, el dirigente guipuzcoano Antonio Arrue, fue ingresado en la prisión de Granada por orden de la autoridad militar.