[Opinión] Por el respeto a nuestros mayores

Artículo de José Lázaro Ibáñez Compains, secretario general federal del Partido Carlista, en Diario de Noticias (Navarra) el 17/01/2023.

El Partido Carlista, que este año 2023 recién nacido cumple 190 años de existencia, quiere denunciar públicamente, una vez más, de manera clara y rotunda, la manipulación interesada, los olvidos injustificables y la confusión que adrede se viene haciendo de su trayectoria política y de su historia más reciente.

Es habitual que desde determinadas cátedras universitarias, medios de comunicación, que mantienen viva la visión idílica y angelical de la llamada transición política, fuerzas políticas que se han olvidado de un pasado de lucha conjunta antifranquista y un numeroso grupo de historiadores objetivos, que ideológicamente van desde la ultraderecha a la izquierda liberal, quieren ofrecer una imagen del Carlismo que nada tiene que ver con la que vivimos y protagonizamos, y por la que fuimos represaliados los militantes del Partido Carlista con la cárcel, el exilio, despidos, multas, asesinatos, expedientes académicos o atentados a nuestras sedes y dirigentes.

Estas maniobras falsas y cínicas tienen como objetivo final reescribir nuestra historia, haciéndonos creer que el paso de la dictadura franquista al régimen de 1978 fue un proceso ejemplar en el que todos ganamos y que es el mejor sistema político que podemos tener. Se pasó de luchar por una ruptura democrática a una transición pactada, de un verdadero y genuino cambio a un lavado estético de imagen.

Se quiere ocultar, silenciar, minusvalorar y confundir sobre la notable y destacada contribución de los hombres y mujeres militantes del Partido Carlista a la lucha contra la dictadura franquista, por las libertades democráticas, el apoyo a los organismos unitarios de oposición antifranquista, a todas las formas de organización y participación popular desde la base, a potenciar las organizaciones sindicales, a luchar por un sistema socialista, autogestionario, profundamente democrático y transformador, que defiende el derecho de autodeterminación de los pueblos como vía para construir un estado federal.

Hay quienes están muy empeñados en olvidar todos los crímenes que se cometieron durante la tan alabada transición: Vitoria, Montejurra, abogados de Atocha, Sanfermines, muertos en manifestaciones pro-amnistía, atentados a librerías o editoriales de izquierda, palizas a sacerdotes y religiosos contestatarios, dirigentes de asociaciones de vecinos, ecologistas o feministas. Muchos de estos crímenes fueron realizados por personas con claros vínculos con las fuerzas de orden público, el ejército y los servicios de información del Estado. Hay numerosas e irrefutables pruebas de todo ello.

El mejor ejemplo es la operación preparada por las altas instancias del estado español contra el Partido Carlista y la dinastía Borbón Parma en el acto de Montejurra en mayo de 1976, que se saldó con dos asesinatos y numerosos heridos. Todo esto con el apoyo de varias compañías de la Guardia Civil y Policía Nacional movilizadas en la zona, así como el ejército acuartelado en Estella y Pamplona.

¿POR QUÉ? ¿PARA QUÉ?

Como han reconocido muchos de quienes estaban en el bando de los ultraderechistas españoles, miembros de la Triple A de Argentina, de la PIDE portuguesa, de la DINA chilena o de los neofascistas italianos, acudieron con todos los gastos pagados, abundante armamento y apoyo institucional. No puede entonces calificarse estos asesinatos de un “enfrentamiento entre hermanos”, cuando por un lado estaban los militantes del Partido Carlista y otras organizaciones políticas y sindicales, y por el otro una nutrida representación de la extrema-derecha internacional. No podemos olvidar la pasividad cómplice y escandalosa de la Guardia Civil en este acto criminal que nos manifestaba que tenían órdenes de no intervenir.

Este intento claro de acabar con nuestro partido desde las cloacas del estado no dio resultado, pero sí lo dejó muy herido. La maniobra continuó cuando no pudimos presentarnos a las primeras elecciones con nuestras propias siglas, pues fuimos –junto con las organizaciones de la izquierda revolucionaria– una de las últimas en ser legalizadas, demostrando que la tan proclamada democracia dejaba mucho que desear al estar secuestrada por una minoría oligárquica, egoísta e insolidaria, supeditada a los intereses de las grandes multinacionales y entidades bancarias, que son quienes imponen sus intereses. Hoy sucede lo mismo.

Seguimos siendo una fuerza política molesta, incómoda, pues denunciamos constantemente que no se acabará totalmente con el franquismo hasta que no se pueda elegir libre y democráticamente la forma de gobierno, denunciamos a la actual monarquía impuesta por el dictador, salpicada de escándalos de diversa índole y aceptada de manera sumisa por la casi totalidad de las fuerza políticas que hoy se sientan en el parlamento. Criticamos la falsedad de un régimen que incumple sistemáticamente la Constitución de 1978 que tanto dice defender y que ha sido totalmente superada por la actual situación política, económica, territorial, cultural y social de nuestro país.

El Partido Carlista, fiel a su compromiso con la clase obrera, los sectores populares, pobres, oprimidos y marginados de nuestra sociedad, se compromete a seguir luchando por un Estado Socialista Federal y Autogestionario, y exige que para poder construir entre todos una verdadera y auténtica Memoria histórica, sin sectarismos, manipulaciones y olvidos, que no se manipule nuestra historia, se repare toda la confusión, así como que se nos devuelva nuestro patrimonio robado por el Gobierno.

No admitimos que, desde distintos sectores que dicen ser de izquierdas, se ponga en duda nuestra lucha por la democracia y las libertades. El Carlismo lleva luchando por otra sociedad, que es posible y necesaria, desde octubre de 1833, con toda la energía posible y contra viento y marea.

Ese es el camino que nos marcaron nuestros mayores.

No les defraudemos.