[Opinión] El viaje de J.C. y su pasaporte
Artículo de Arturo E. Estébanez García publicado en www.naiz.eus/es 20/08/2020
Desde hace una semana y como si fuera el número uno de ‘Los Cuarenta Principales’ no se habla de otra cosa en los medios de comunicación que de la fuga, huída, retirada, espantada o como la queramos llamar protagonizada por el ex-jefe del Estado a Título de Rey, don Juan Carlos de Borbón y Borbón, quien, a pesar de sus aficiones marineras, ha hecho tabla rasa de aquella náutica tradición que dice que el capitán ha de ser el último en abandonar el barco para adoptar la costumbre taurina de «tomar el olivo» y, emulando al comandante de aquel buque italiano naufragado en 2012 de nombre Costa Concordia, seguir «sirviendo a España» desde cientos o miles de kilómetros de distancia.
La precipitada salida de nuestro país del ex-jefe del Estado a Título de Rey no supone una crisis de la monarquía sino que constituye la prueba definitiva no ya de la crisis y decadencia del Régimen Político de 1978 sino de su total degeneración en la que, como ya ocurrió anteriormente con el homólogo régimen de La Restauración (1875-1931), asistimos a un «todos contra todos» en lo que menos importa es construir o reconstruir un estado y servir al bien común, siendo lo únicamente importante la salvaguardia de los intereses particulares de las diversas castas (política, mediática, institucional…) que han hecho de nuestro país, su cortijo particular, del erario público, su caja privada y del orden Constitucional vigente, su modus vivendi.
El hecho de que don Juan Carlos, al igual que hizo en 2014 cuando abdicó, no haya dado ningún tipo de explicaciones a los españoles y haya abandonado el país con una simple carta particular dirigida a su hijo y actual jefe del Estado a Título de Rey, que es quién ha hecho pública la privada misiva, constituye una clara muestra de desprecio y falta de consideración hacia el pueblo español de quien ha sido, durante casi cuarenta años, su máximo magistrado; pero que el jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, en una rueda de prensa ofrecida al respecto, haya manifestado que «no sabe donde se encuentra el ex-jefe del Estado», cuando este ha tenido y tiene la consideración y tratamiento de «Rey Emérito» la cual, aunque es un concepto extremadamente raro y atípico en cualquier constitución política, denota el desempeño de ciertas funciones públicas es desde luego muestra evidente de la descomposición en la que se encuentra el Estado español que, cual castillo de naipes, se mantiene en pie porque nadie viene y sopla, o por lo que es lo mismo, por la desidia, estupidez e incultura del pueblo que lo sufre.
Durante los últimos cuarenta años, Juan Carlos de Borbón habrá tenido innumerables amantes que le hemos pagado entre todos, habrá gozado de una inviolabilidad, en la que nadie o muy pocos han reparado en todo este tiempo y que le situaba por encima de todas las leyes humanas al trascender la figura jurídica de la simple «inmunidad» y entroncar con la antiquísima doctrina del Derecho Divino de los Reyes (1) y, también, habrá hecho una gran fortuna utilizando todo tipo de métodos, no todos ellos dignos, limpios, legales o morales; pero no por ello tenemos que olvidar que, si tal cosa hizo, fue con el apoyo, la complicidad y el encubrimiento de los distintos miembros de la casta política, empresarial y mediática que no permitían la más mínima crítica, cerraban filas en torno a él, le agasajaban en todo momento riéndole las gracias y guardaban en los cajones de sus redacciones las numerosas y escandalosas noticias que les llegaban a las mismas, al tiempo que organizaban enormes campañas propagandísticas, orquestadas desde el poder político, para blanquear y ensalzar su figura. Ahora parece olvidarse todo aquello, apareciendo Juan Carlos de Borbón como el único malo, malísimo, de la película cuando en realidad se ha convertido en el muñeco del Pim, Pam, Pum… de esta verbena que es el Régimen Político español de 1978 y al que todos los actores políticos y mediáticos tiran piedras a fin de aparecer ante la opinión pública como los más puros, limpios y honestos y sacar partido de la situación cuando en realidad, sin su colaboración y complicidad, no se habría llegado al insufrible estado de cosas en que nos encontramos.
Juan Carlos de Borbón se ha fugado haciendo prácticamente un corte de mangas, una peineta y un calvo a los españoles, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, concede una rueda de prensa en la que manifiesta que no sabe donde se encuentra el ex-jefe del Estado, manifestaciones que recuerdan las que, en su día, realizara un antiguo ministro del Interior socialista para referirse al paradero de un ex-director general de la Guardia Civil; el actual ministro del Interior, Grande Marlaska, asegura que Juan Carlos, allí donde se encuentre, goza de la protección del Estado con lo cual está diciendo que, o bien el Gobierno miente cuando dice que desconoce el paradero del ex-jefe del Estado o, bien, ese mismo Gobierno ignora hasta el paradero de los agentes encargados de la seguridad de Juan Carlos; un medio periodístico dice haberlo encontrado en Abu Dabi para apuntarse un tanto en la obtención de una exclusiva y el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, ondea alegremente la bandera tricolor con la intención de ganar votos y mantener cierta popularidad; pero, curiosamente, a ningún periodista ni al socio «republicano» de Pedro Sánchez se les ha ocurrido preguntar ¿con qué documentación viaja Juan Carlos de Borbón? Cuestión esta que no resulta baladí porque, como jefe de Estado, Juan Carlos de Borbón es titular de un pasaporte diplomático que expide el Ministerio de Asuntos Exteriores y por tanto, de estar viajando con documentación diplomática estaría garantizada tanto la inmunidad personal como el secreto de la valija o valijas (entiéndase equipaje) que pueda portar, el cual ni siquiera puede ser abierto por ninguna autoridad.
En caso de que Juan Carlos de Borbón dispusiera de un pasaporte diplomático para emprender este periplo, que ya compite en fama con la Odisea de Ulises, el Gobierno que preside Pedro Sánchez y que vice preside Pablo Iglesias tiene la responsabilidad de conocer, en todo momento, donde se encuentra el ex-jefe del Estado a Título de Rey pues corresponde al Gobierno, y más concretamente al Ministerio de Asuntos Exteriores español, el control absoluto de todos los pasaportes diplomáticos que expide y lo que con ellos se pueda llegar a hacer.
Entendemos y comprendemos que la vida es dura, que hay una prole que mantener, facturas que pagar y, sobre todo, una carga hipotecaria que levantar, pero se echa en falta que alguien pregunte sobre la documentación de viaje de que dispone Juan Carlos de Borbón porque, de estar utilizando un pasaporte diplomático. El Gobierno en pleno y, sobre todo, aquellos miembros del mismo que ahora ondean la bandera tricolor, deberían dimitir o, mejor aún, irse en busca del ex-jefe del Estado y unirse a su fiesta en el exterior.