[Opinión] El Carlismo, entre la investidura de Pedro Sánchez y la manipulación ultraderechista

Escrito de Jesús Mª Aragón, secretario general del Partido Carlista de Navarra-Nafarroako Karlista Alderdia, José Mª Porro, secretario general del Euskal Herriko Karlista Alderdia (EKA), y José Lázaro Ibáñez, secretario general federal del Partido Carlista, publicado en Nueva Revolución el 28/11/2023.

Con motivo de la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno central, en toda España se han celebrado diversas manifestaciones en contra del pacto PSOE-Junts y de la Ley de Amnistía. En estas peculiares movilizaciones han convergido todos los sectores de la derecha nacionalista española, tanto los supuestamente centristas y democráticos, que afirman defender la Constitución de 1978, como los abiertamente extremistas y violentos, que reclaman la derogación de esta Constitución. Y dentro de ese «totum revolutum», entre destacados políticos del Partido Popular y activistas neonazis, se han exhibido banderas con la Cruz de Borgoña e incluso alguna boina roja. Esta desagradable escena ha motivado que algunas personas hayan afirmado, en diferentes lugares y momentos, que «los carlistas» apoyan las movilizaciones contra Pedro Sánchez y la Amnistía.

Nada más lejos de la realidad política del Partido Carlista, realidad que es ignorada permanentemente por los medios de comunicación del gran capital y del Régimen del 78. Los y las carlistas pensamos que la investidura de Pedro Sánchez es un «mal menor» claramente preferible al «mal mayor» que hubiese significado una investidura de Alberto Núñez Feijóo. No nos gusta el PSOE, pero nos disgusta mucho más el PP. También estamos a favor de la Amnistía de los independentistas catalanes porque implica la superación de la política represiva del Gobierno de Mariano Rajoy y la apertura de una nueva fase de diálogo en las relaciones entre el Poder Central y la sociedad catalana.

Los y las militantes del Partido Carlista, somos socialistas y federalistas, y lo somos como consecuencia de una dinámica histórica que ha estado y sigue estando representada por símbolos irrenunciables de lucha, de entrega generosa a un Ideal de solidaridad y justicia social, de compromiso militante con la Causa plurinacional de Las Españas. Y algunos de estos símbolos son la boina roja y la bandera blanca de la Cruz de Borgoña, símbolos que han sido usurpados y profanados en múltiples ocasiones por el franquismo, el juanismo y el integrismo, con el fin de atribuirse la continuidad histórica del Carlismo al mismo tiempo que reprimían y agredían a los auténticos carlistas.

Así ocurrió cuando Franco promulgó el Decreto de Unificación en 1937. El dictador proclamó la integración del Carlismo en un partido fascista, FET de las JONS, cuyo uniforme combinaba la camisa azul falangista con la boina roja carlista. Pero más allá de la narrativa oficial, la realidad histórica es que Franco persiguió a los carlistas leales a Don Javier de Borbón-Parma que se negaron a integrarse en FET de las JONS.

Nuevamente ocurrió con el Acto de Estoril de 1957 cuando Don Juan de Borbón lució la boina roja carlista. Los escasos traidores que en 1937 se habían integrado en FET de las JONS, veinte años después impulsaron una especie de nueva Unificación, dinástica en este caso, proclamando que Don Juan era el heredero tanto de la dinastía liberal como de la carlista. Pero a pesar de la farsa franco-juanista, el pueblo carlista siguió acudiendo a las concentraciones anuales de Montejurra.

Y otra vez en el Montejurra de 1976, cuando los símbolos carlistas fueron usurpados por los terroristas ultraderechistas que atacaron al Partido Carlista y a sus simpatizantes. Los nuevos documentos sobre el caso, presentados ante la opinión pública en Enero de este año, demuestran lo que siempre denunció el Partido Carlista: que el grupúsculo integrista-sixtino no era más que un simple apéndice de las cloacas del Estado y que la agresión fue organizada, financiada e impulsada por el primer Gobierno de Juan Carlos de Borbón, heredero de Franco e hijo de Don Juan.

Llueve sobre mojado por tanto en lo que se refiere a la suplantación de la identidad política del Carlismo. Y la realidad es que quienes mienten afirmando que «los carlistas» hemos apoyado las movilizaciones contra la Amnistía, pertenecen a los sectores del establishment que durante décadas difundieron el relato oficial de que Montejurra 76 había sido una pelea «entre carlistas»…

Mientras tanto, el Gobierno de Navarra sigue sin respetar la voluntad del Parlamento navarro ya que todavía no se ha señalizado el monolito de Ricardo y Aniano como «Lugar de la Memoria». Y tampoco debería olvidarse el hecho vomitivo de que en la exposición permanente del Museo del Carlismo se continúa blanqueando la responsabilidad del Estado en la agresión terrorista de Montejurra 76.