[Opinión] Difama, que algo queda

Artículo de Mariano, José Javier, Carlos, Mertxe, Rosa y Kike Zufía Sanz, hijos de Mariano Zufía Urrizalqui y de Rosy Sanz Gurbindo, publicado en Diario de Noticias (Navarra) el 29/04/2023.

En defensa de la memoria de nuestro padre.

El pasado 22 de abril Fernando Mikelarena escribió en este periódico un artículo titulado «La génesis de la desmemoria postrequeté», en el que utilizaba de manera ofensiva e injusta los nombres de Tomás Martorell y de nuestro padre, Mariano Zufía, dos hombres carlistas y decididamente antifranquistas fallecidos hace ya varias décadas.

Junto a otras acusaciones, o más bien insinuaciones, el historiador les responsabiliza de haber “nutrido el relato (des)memorialístico de los actuales carlistas”, al no haberse referido en sus memorias publicadas “a la violencia en la retaguardia en Navarra en 1936-1937 sobre la izquierda y el nacionalismo vasco”.

En el caso de nuestro padre –un hombre de profundas convicciones políticas, religiosas y, sobre todo, sociales–, el señor Mikelarena basa sus afirmaciones en una biografía que Mariano ni escribió ni pidió escribir. Ni siquiera la conoció. Este pequeño libro lo publicó en 2009, años después de su muerte y con nuestra conformidad, la Fundación FIASEP (Auditoría para la transparencia en el sector público). Lo hizo con motivo del premio que le concedieron por su papel como primer presidente de la Cámara de Comptos de Navarra tras su restauración en 1979.

El autor de la biografía, Juan Carlos López, hizo un repaso a su vida, basándose principalmente en fragmentos de unas conversaciones que nuestro padre mantuvo en vida con nosotros. No sabemos si ese libro es el contexto idóneo para hablar de los asesinatos durante la guerra civil en Navarra que, sin ninguna duda, los hubo. En cualquier caso, el no hacerlo no fue decisión de nuestro padre.

Del mismo libro extrae Fernando Mikelarena varios hechos con los que pretende sembrar la duda sobre el comportamiento de Mariano. Especialmente graves son los párrafos en los que destaca que nuestro padre estuvo en Pamplona varios meses durante los dos años en los que se produjeron los asesinatos en Navarra (1936-1937), y define como “elipsis narrativa” la ausencia de referencias en esa biografía a “acontecimientos de la retaguardia navarra durante aquellos meses”. De esa manera le convierte en sospechoso de no sabemos qué: ¿de haber intervenido en los mismos?, ¿de haberlos presenciado y silenciado?…

Mientras lanza esas especulaciones, el autor del artículo omite importantes hechos que se cuentan en ese libro dedicado a nuestro padre: los que muestran su dedicación y su contribución a la lucha contra la dictadura, a la justicia social y a la democratización de las instituciones navarras.

Mariano Zufía salió a la guerra con los requetés, sí, como lo hicieron miles de jóvenes de Navarra, generalmente de familias carlistas, guiados por unos ideales políticos y, sobre todo, religiosos. Acababa de cumplir 16 años. Tras dos meses y medio en el frente, regresó a casa enfermo. En esos tres meses a los que se refiere el señor Mikelarena estuvo, primero recuperándose, y después estudiando para presentarse por libre a 5º de Bachiller. Lo aprobó en diciembre y en enero del 37 volvió al frente donde pasó cinco meses –casi todo el tiempo en trincheras–, hasta que sus padres lo reclamaron por menor de edad. Durante el siguiente cursó estudió sexto de bachiller en el instituto. No sabemos, pues, a qué lagunas extrañas se refiere el historiador cuando todo esto aparece en la biografía.

Pero Mariano nunca jamás “contribuyó a la consolidación del régimen franquista”, como dice el autor del artículo refiriéndose a los carlistas “disidentes”. Al contrario, desde muy joven y durante el resto de su vida se dedicó precisamente a lo contrario. Y no por sentirse marginado por el franquismo, como también afirma Mikelarena, sino por pura convicción antifascista como demuestran los hechos.

Ya en 1937, al igual que la mayoría de requetés, se opuso a Franco y a la unificación con los falangistas. Y en la posguerra tomó parte en protestas contra el Régimen por las que fue desterrado durante seis meses a Zaragoza.

Las páginas de esa biografía que el señor Mikelarena se ha saltado son difíciles de resumir en este artículo. Lo vamos a intentar. Como concejal del Ayuntamiento de Pamplona (1967-1974), Mariano formó parte del llamado grupo social. Junto a estos concejales se enfrentó a los intereses de constructores y promotores, lo que tuvo graves consecuencias en su carrera profesional. Además, fueron destituidos y expedientados en varias ocasiones por no adherirse al Régimen.

Durante la dictadura, como dirigente del Partido Carlista, y codo a codo con sindicatos y partidos de izquierda, Mariano y varios de sus hijos tomaron parte en organizaciones clandestinas desde las que se impulsaron en Navarra huelgas y movilizaciones antifascistas y reivindicativas obreras y estudiantiles.

Ya en la transición, representó al Partido Carlista en la Plataforma de Convergencia Democrática y en la posterior Coordinación Democrática, llamada Platajunta. Mariano fue elegido miembro de la secretaría de este organismo, que reunía a la más alta representación de los partidos, sindicatos y organizaciones democráticas.

Entre 1974 y 1981 (como consejero y, después, parlamentario foral), luchó por la democratización de las instituciones, propuso entre otras iniciativas la supresión de la laureada franquista del escudo de Navarra y presentó una moción para la creación de la Universidad Pública de Navarra. Posteriormente fue artífice de la restauración de la Cámara de Comptos, organismo para el que fue elegido presidente por el Parlamento en dos ocasiones, entre 1981 y 1992.

En definitiva, ¿de qué le acusa este historiador a nuestro padre?, ¿de ser antifranquista, de ser demócrata, de luchar por las libertades…?, ¿ de apoyar a sus hijos en actividades por las que fueron detenidos y, en algún caso, torturados o encarcelados? ¿Es responsable nuestro padre de las circunstancias de una guerra sangrienta? Y ¿cómo se atreve a afirmar que no nos contó la verdad? ¿Qué sabe usted de lo que él nos contó? Precisamente su honestidad es lo que más recordamos de él las personas que le conocimos.

Nosotros también creemos necesario que se esclarezcan los hechos criminales acaecidos en Navarra durante la Guerra Civil. Pero ¿era necesario, señor Mikelarena, señalar sin fundamento ninguno y manchar el nombre de una de las personas que más contribuyeron a dar un giro de 360 grados en el carlismo? En otro momento de esa biografía que usted tampoco ha reproducido, se recoge una frase donde Mariano definía el objetivo que siempre le guió y que logró junto a sus compañeros: “apartar al carlismo del camino del conservadurismo”, “pasar de un partido reaccionario a un partido francamente de izquierdas”.

Nos cuesta entender que un historiador se ensañe de esta manera, sin prueba ninguna, con personas que lucharon por nuestros derechos y libertades.