[Obituario] Adiós a Luis Menéndez de Luarca, abogado comprometido y superviviente de la matanza de Atocha
Artículo de Alberto Alonso Gutiérrez publicado en el digital Nortes (Asturies) el 18/12/2021.
Defensor de trabajadores y asociaciones vecinales, pasó sus últimos años en Oviedo, en cuyo Ayuntamiento se había jubilado como técnico municipal.
Alrededor de les seis de la madrugada llegó la noticia que se veía inevitable, su compañera de tantos años, Rosa, envió un whatsapp al teléfono de Amalia, Luis, nuestro amigo, y amigo y muy apreciado por tantísima gente, había muerto. Desde el principio de este semana estaba sedado, respirando acompasadamente y esperando el fatal desenlace en el Hospital Monte Naranco, donde lo trataban de una de las infecciones que desde hace un par de años sufría intermitentemente, a lo que se añadió hace unos meses la desgraciada caída que tuvo en una puerta giratoria, tan peligrosas, de un centro comercial.
Era Luis un personaje irrepetible, con una vitalidad asombrosa y una capacidad ilimitada de ayudar a los demás, por lo que tenía muchísimos amigos entre los que me encuentro desde hace muchos años. Nos conocimos a principios de los setenta y fue él quien me abrió el camino para hacerme abogado laboralista, que es lo que deseaba ser una vez terminados mis estudios. Por aquel entonces Luis trabajaba como técnico superior en el Ayuntamiento de Madrid y además ejercía lo que acertadamente llamaba “la abogacía de combate” como abogado laboralista, de asociaciones de vecinos y en la defensa de procesados por el Tribunal de Orden Público. Habló Luis con Cristina Almeida y los compañeros del despacho de Españoleto, de Madrid, que me acogieron para que me fuera formando como abogado, y puso a mi disposición mientras durara mi aprendizaje una vivienda en la que tenía su despacho en el barrio de La Alegría, donde viví durante aproximadamente un año, hasta que regresé a Asturias para abrir mi despacho laboralista en Gijón. Gracias Luis, gracias a tu ayuda pude hacerme abogado laboralista cuando era tan necesario dedicarse a ese trabajo. Durante el tiempo que estuve en Madrid solíamos vernos casi todas las tardes; después, como Luis venía por Asturias muy a menudo, nos veíamos con esa frecuencia y cuando volvió a aquí definitivamente, al permutar su puesto en el Ayuntamiento de Madrid por otro en el de Oviedo, estábamos en permanente contacto y nos veíamos con asiduidad. Con la pandemia dejamos de vernos cada poco pero mantuvimos el contacto frecuente, contándonos nuestra vida y proyectos por teléfono.
Luis fue un viajero infatigable en tanto se lo permitían sus obligaciones laborales, y cuando le llegó la jubilación no paraba, iba al monte y se movía de un sitio a otro con gran soltura. En uno u otro momento viajó a la Nicaragua sandinista, a la Cuba de Fidel, a la Albania comunista, a muchos países más y de vez en cuando hacía una escapada para visitar a sus amigos haciendo una ruta en la que saltaba de Zaragoza al Mar Menor, de allí a Andalucía, de Andalucía a Madrid y volvía a Oviedo tras meterse en una semana una panzada de kilómetros en tren o en autobús, ya que nunca tuvo coche.
Recuerdo los viajes que hicimos juntos con Rosa y Amalia, nuestras compañeras, por ejemplo uno al País Vasco, donde Luís ejerció la abogacía durante un tiempo en el que había pedido la excedencia en el Ayuntamiento de Madrid, y otro a Portugal, donde a Luis le gustaron tanto los paleiros (construcciones elevadas sobre unos postes que había en la playa de Tocha) que decía que teníamos de comprar uno para ir por el verano allí.
Vivió Luis muchos años, próximo estaba a cumplir los 87, y vivió como le gustaba, ayudando a los demás. Hace un par de días Amalia y yo, en una de las visitas que le hicimos al hospital, comentábamos con Rosa que Luis no tenía enemigos, que era una persona muy querida, y era verdad, a lo que yo apostillé que para ser enemigo de Luís había que ser un auténtico hijo de puta, y los hubo. Luis, como abogado que llevaba asuntos de barrios, reivindicaciones vecinales, estaba convocado a la reunión de abogados en despacho de Atocha en la que irrumpieron los asesinos fascistas, pero llegó con retraso porque había tenido antes otra reunión con una asociación de vecinos. Ese retraso le salvó la vida, fue el último que llegó a la reunión y el primero en ver lo que había sucedido, el brutal asesinato múltiple, allí estaban ya muertos o desangrándose aquellos con los que había quedado citado. Los enemigos de Luis eran los asesinos, con los que se había cruzado en la escalera cuando él subía y ellos bajaban después de haber cometido aquellos horrendos crímenes.
Adiós, amigo Luis, y un abrazo de condolencia para toda tu familia, larga familia que comienza con tus ocho hermanos, y en especial para tu compañera Rosa, estoy seguro que habrá muchas personas que, como yo, sentirán un profundo dolor por tan irreparable pérdida.