Lo que hay que hacer
Ante el muro de 2013
por gabriel mª otalora – Lunes, 7 de Enero de 2013
TODOS coinciden que 2013 va a ser un año complicado y difícil. Incluso lo dice Rajoy, que hasta hace nada mantenía una actitud optimista sobre el final de la crisis. Con este panorama, vamos a insistir en ella, denunciando y sensibilizando para que no nos devore como a los hijos de Saturno, que fue capaz de pactar con su hermano Titán reinar a costa de jamarse a sus propios hijos.
Las causas que originaron la crisis actual nacen de dos despropósitos: la codicia que estimuló una concentración de las rentas creando un enorme problema de demanda de bienes y servicios. Y la especulación financiera, que incrementó los beneficios de unos pocos a costa de casi todos. Para colmo, las políticas de austeridad tienen como objetivo beneficiar, de nuevo, a los intereses del capital financiero al pretender la privatización de los servicios públicos a costa de la protección social de gran parte de la población, sobre todo, los más débiles. Y es que la enorme cantidad de dinero que se está utilizando por parte de la banca en prácticas especulativas tiene elevados riesgos. De ahí que lo que desea es buscar nuevas áreas de inversión como la sanidad, la educación y las pensiones públicas. Y mediante los recortes, se empobrecen dichos servicios para estimular su privatización a costa del Estado del bienestar. En este sentido, es muy de agradecer que el lehendakari Urkullu haya establecido, desde el principio, líneas rojas sobre recortes en lo tocante a derechos sociales (sanidad, etcétera).
Por otra parte, las medidas que se están tomando en la Unión Europea para racionalizar el sistema financiero no están teniendo resultados. Los datos oficiales apuntan a que la economía española descenderá un 1,5% del PIB, la alemana lo hará en un 0,9% y la UE entrará en recesión, con un decrecimiento del 0,4% de su PIB. Todo a pesar de las enormes cantidades inyectadas de dinero público y del énfasis del Banco Central Europeo y de la Comisión Europea en continuar las políticas de austeridad y de disciplina fiscal para reducir el déficit público de los Estados. En realidad, tales políticas de austeridad han sido las responsables de que aumente el paro y la recesión, al beneficiar solo a las rentas de capital. La pobreza, en fin, está alcanzando dimensiones desconocidas en el Primer Mundo.
Adam Smith (siglo XVIII) sigue siendo hoy un referente de culto, aunque adoctrinaba que la moral es un subproducto de la vida social y el dinero es la clave de la vida moral, al que había que sacarle el máximo beneficio haciendo de la codicia algo bueno. Es el extremo insolidario del liberalismo más materialista. En la otra punta, ya sabemos cómo acabó la aventura comunista. Ninguno de los dos modelos son la solución, sino parte del problema.
¿Qué hacer? Los expertos en ciencia económica honestos coinciden en que tal concentración de las rentas en tan pocas manos impide la resolución de la crisis. Porque dinero hay, y mucho. Leo que, solo en EEUU, el dinero acumulado por la élite económica durante estos años de crisis es de dos trillones (americanos) de dólares, mucho más en rentas de capital que de trabajo. No podemos aceptar ya un sistema en el que todo es dinero y cosifica hasta las personas en nombre de los más bellos ideales codiciando, de paso, todos los bienes ajenos posibles. Es decir, una deshumanización en toda regla de la que no sale nada bueno, como ya vemos.
En lugar de desmantelar el Estado del bienestar, hay que poner freno al materialismo actual, que además lamina los Derechos Humanos con el horizonte puesto en India, China y otros países en los que se vive para trabajar, ante la complacencia de gentes cada vez más cercanas. Lo que impide la política redistributiva, además de la codicia, es que generaría crecimiento económico, que provoca inflación. Y el enemigo número uno de la banca es siempre la inflación, la depreciación del dinero. Y el que más tiene, más pierde, es decir, el capital financiero. Pero aunque le duela a la banca y cruja el sistema de finanzas, tendrá que adecuarse a los límites del bien común hasta acabar con el dominio cuasi dictatorial que ejercen las élites financieras.
No es de recibo comenzar 2013 aceptando mansamente que Adam Smith estaría a gusto viendo cómo triunfa su modelo ético de una «mera convención social». Resulta, pues, imprescindible que la Europa que manda se implique en liderar la renovación pendiente para que el chantaje de la prima de riesgo y los recortes sociales no sean las únicas monsergas que escuchemos. Existen otros mensajes imprescindibles que hay que trabajar a nivel individual y colectivo para neutralizar nuestra decadencia:1. Hay que superar el individualismo autosuficiente que nos anula. La verdad se busca en comunidad, decía Platón. El ser humano es un sujeto social interdependiente que mejora mucho cuando teje interrelaciones solidarias. Solo desde este enfoque, conceptos como libertad y justicia distributiva pueden conformar una democracia humanizada de conductas más solidarias2. Hemos de recuperar los límites. Es perverso afirmar que los límites suponen, por sí mismos, una falta de libertad, tal y como se vive desde lo posmoderno. La libertad no es tal sin la responsabilidad. Desde aquí deben entenderse los límites morales y legales (no matarás, prohibido circular de noche sin luces, etcétera) como beneficiosos, aunque no siempre coincida lo bueno con lo apetecible. No queremos saber nada de límites éticos en nuestro despilfarro sabiendo, porque lo sabemos, que esta transgresión insolidaria es insostenible. 3. Es preciso abandonar la concepción mecanicista de la naturaleza. Bajo la bandera del mito del progreso que paradójicamente nos aleja de un futuro mejor, estamos empeñados en domeñar a las fuerzas naturales con un criterio depredador, obviando que los humanos somos parte de la naturaleza que estamos destruyendo. La transgresión de sus leyes y su destrucción acarrea la nuestra. No existe justificación para la economía del desarrollo como fin en sí misma. 4. Necesitamos despertar la espiritualidad dormida por lo que supone de característica específica y transformadora del animal humano. La ciencia tecnológica no tiene acceso a toda la realidad, porque sus herramientas no sirven para aprehender ni valorar realidades tan evidentes y necesarias como la esperanza, el valor de la gratuidad, la fidelidad, el amor, la compasión o la solidaridad, que no son cuantificables científicamente. Las ciencias empíricas no pueden resolver ni sondear en el misterio de la felicidad y el sufrimiento; no es su papel. Ni las cosas más importantes de la vida se pueden comprar con dinero.5. Por último, tenemos que aunar sinergias entre los distintos tipos de conocimiento: el conocimiento filosófico fundado en el razonamiento, el conocimiento científico basado en la experimentación, y el conocimiento arraigado en la fe del amor. Un triángulo equilátero interdependiente que forma un todo complementario. Es la base universal de la verdadera educación del compartir frente a las desigualdades tan injustas que hemos creado.
Al final, las empresas que incorporan I+D+i, poco lograrán si trabajan al margen de la ética solidaria. Que recuerden la máxima de Hugh Downs: «Afirmar que mi destino no está ligado al tuyo es como decir: tu lado del bote se está hundiendo».