[Opinión] El referente y futuro de la izquierda

Artículo de Manuel Fernández de Sevilla*

Dicen los expertos que se mueve de nuevo la economía… Los bajos tipos de interés en la zona euro, motivan el impulso económico pese a la negativa de las premisas políticas restrictivas de los liberales. Por otro lado, la temporalidad del empleo estacional nos crea un falso espejismo de recuperación económica que salta en los medios de comunicación al servicio del sistema, al hacer aparecer a un gobierno corrupto y apático en el mejor gestor político-económico.

La izquierda, las izquierdas, asisten atónitas sin saber muy bien qué hacer y qué decir al respecto. Las odas a la transición, el hipotético referéndum catalán, las referencias a Venezuela junto a la actitud conformista generalizada del electorado español, propician un caldo de cultivo de escepticismo generalizado. Parece no existir más alternativa que la marcada por el yugo que imponen los mercaderes, la derecha.

El mercado y la globalización

La sociedad capitalista de consumo ha aceptado el dominio de los mercaderes, y las decisiones políticas y económicas que estos, sin presentarse a las elecciones, han logrado generalizar y hacerlas de dominio público a través de las decisiones que toman los partidos políticos afines al social-liberalismo.

En el mercado se ofrecen bienes y servicios que son demandados por los clientes, y en esta dinámica se ha ofrecido un paradigma neoliberal de enriquecimiento extraordinario que se ha visto penalizado por la fuerte crisis capitalista de 2007-2017. En esas posibilidades de enriquecimiento ha jugado un gran papel el sector exterior en lo que se refiere a la globalización de la economía que busca como objetivo principal las condiciones de maximizar beneficios privados y minimizar los costes privados, maximizando los costes sociales en cuanto a los derechos laborales, sociales, sanitarios y medio-ambientales. Todo vale para obtener máximos beneficios con ánimo de lucro. Lo que los Estados sociales y de derecho limitaban por ley, ha sido posible y se ha hecho realidad a través del chantaje de la oligarquía que utiliza los países sin legislación laboral y ni ambiental como plataformas disuasorias para el cumplimiento de las leyes que son de obligado cumplimiento en los países con un mínimo sentido y criterio de la defensa de lo social, pero que debido a los condicionantes de la globalización neoliberal capitalista, esa plutocracia se puede permitir abandonar el control y límite que le impone los resortes del poder político del Estado para combatirlo desde el ejercicio económico del poder del dinero, con la explotación de todos esos países que carecen de leyes de protección social, laboral y medio-ambiental.

Así, descubrimos que la globalización, está lejos de ser y convertirse en una gran oportunidad y se ha convertido en una pesadilla para el desarrollo integral y equilibrado de los pueblos y países del mundo, ya que el planteamiento burgués de la competitividad y la productividad obligan a la especialización regional en las distintas zonas del mundo, y aunque esa especialización y desarrollo económico tenga una hipotética cobertura redistributiva como la zona euro, se ha visto ensombrecida por el egoísmo nacionalista burgués que ha determinado unos criterios interpretativos del nivel de media del PIB, donde sitúa a España por encima de la media, y la convierte en territorio que no tiene el derecho a seguir obteniendo las misma coberturas que antes percibía. Por tanto, la convierte en un país que ha pasado de ser receptor de ayudas de la zona euro, a ser un país obligado al cumplimiento de ayudar a otros países que están en dicha zona y se encuentra por debajo de la media del PIB. Estas políticas redistributivas no se aplican en el resto del mundo porque no existe un gobierno mundial que organice las políticas solidarias y redistributivas. Los Estados quedan aislados y desprotegidos ante un inmenso océano anarco-capitalista dominado por las grandes corporaciones anónimas.

La privatización de los sectores estratégicos de la economía

La globalización neoliberal ha favorecido por estos motivos un proceso privatizador que en última instancia beneficia a la oligarquía mundial representada por grandes corporaciones y multinacionales que concentran los sectores estratégicos de la economía que tienen beneficio, como son los relacionados con la banca, las telecomunicaciones y la energía. Mientras los Estados quedan reducidos a un papel ridículo, con una carga negativa representada por el gasto en sanidad y educación sin capacidad de ingresar, únicamente por una estrecha vía impositiva que no alcanza a pagar todos los gastos mensuales del Estado, se ha convertido en el negocio de la plutocracia, al someter a los países a un inacabable y creciente proceso de deuda pública, y al mismo tiempo se ha perjudicado a los ciudadanos que pudiendo estar contratados en las empresas públicas de telecomunicaciones, de banca, energía,… con unos mínimos derechos y garantías sociales y laborales, han sido desprovistos de esta garantía laboral, para pasar a ser carne de cañón, formando parte de un “ejército de reserva”, mano de obra barata y precaria que acepta sueldos de miseria en la empresa privada, donde sólo unos pocos elegidos ganan suculentos salarios, dejando a la generalidad de la ciudadanía sin convenios colectivos visiblemente fuertes porque se ha permitido las clausulas de descuelgue para la no aplicación de aquellos.

La revolución del bolsillo y los españoles

Ante todos estos acontecimientos el más amplio espectro de la ciudadanía española apuesta por mantener este grado creciente de humillación y sometimiento que impone el sistema capitalista dirigido por la oligarquía plutócrata. Lo hemos visto en los años de bonanza económica donde a pesar de mantener el país un paro estructural de un millón y medio de personas, no ha habido una especial sensibilización y altura de miras políticas para solucionarlo, porque la base del sistema capitalista es que siempre exista un ejército de reserva, obreros parados, que puedan sustituir a los quejumbrosos trabajadores en activo, malbaratando los salarios, y precarizando el empleo, y ello, en clave interior, ya que ese ejército de reserva potencial y creciente se encuentra reflejado en la población inmigrante que quiere entrar o que ya están presentes en el país. Es un hecho que la libre movilidad de trabajadores, facilita su explotación, algo que el capitalismo liberal siempre tuvo presente desde las altas instancias empresariales para abaratar salarios y despidos, que empezaron a darse a partir de la crisis del 2007, la cual posibilitó el movimiento del 15M en el año 2011, lo que se tradujo en la visualización de la ocupación de las plazas de las ciudades y pueblos de las Españas por una ciudadanía indignada con la situación social, política y económica que atravesaba el país.

Pero no hay que descartar que una buena parte de los llamados indignados en realidad se sentían excluidos de un sistema que los alimentó en el pasado cuando trabajaron en sectores como la construcción y la especulación inmobiliaria, y que quedaron sin trabajo y sin vivienda ante la realidad hipotecaria. Ese sector poblacional alimenta las bases del liberalismo defendido por UpyD y Ciudadanos. Antes de la aparición de Ciudadanos a nivel del conjunto del país, Podemos articuló un proyecto político emanado de la indignación del 15M, en el que reflejaba insistentemente que no eran ni de izquierdas, ni de derechas, su amplia base viene del descontento de la gestión política que ha hecho el PSOE de la socialdemocracia y el federalismo, nombres muy utilizados y repetidos en el programa de este partido, pero que en realidad se han demostrado palabras vacías y sin contenido real alguno objeto de la manipulación y el engaño político. Ese descontento estalló también en el seno de Izquierda Unida y más concretamente en el Partido Comunista de España, al pretender articular una nueva izquierda que llevara a Podemos al planteamiento de sensibilidad socialista y no se dejara arrastrar por la óptica anarco-liberal, defendida por la nueva derecha atea antitradicionalista y anti conservadora que cree ciegamente en la destrucción del Estado, en la privatización absoluta de la economía, donde lo público sea inexistente. Ilusoriamente los anarco-liberales o anarco-capitalistas piensan que en este contexto se crea un clima auténticamente liberal de libre oferta y demanda que en realidad estará tutelado por las grandes corporaciones internacionales, y que fruto de los errores de funcionamiento del oligopolio seguirán echando la culpa de todos los problemas económicos a la existencia del Estado y de lo público.

En cuanto la situación económica mejore mínimamente en clave capitalista de crecimiento económico fruto del incremento de la demanda de consumo interior de bienes y servicios por ejemplo, la gran masa laboral vinculada más a la izquierda que agrupa a los trabajadores comenzará a replantearse la lucha de las reivindicaciones sociales, aceptando por inercia un pesimismo económico que se vuelve a traducir en las migajas sobrantes que distribuye el Estado del beneficio capitalista, manteniendo la pervivencia del actual establishment y status quo, sin posibilidades serias de llevar a cabo un cambio hacia una economía socialista. De manera que la revolución del bolsillo es el resultado de la indignación pasajera y frustrada al vislumbrar la imposibilidad de crear una economía socialista, y en la izquierda todo termina quedando en luchas sesgadas y marginadas que terminan ignorando este principal y alto objetivo, y lo sustituyen por meros adornos que sólo pueden conseguirse con la destrucción del capitalismo. Meros adornos, que tienen su importancia para sus defensores: carlistas, feministas, conservacionistas, veganos, ecologistas, animalistas, eco-pacifistas,…

Todas estas luchas vuelven a quedar desagregadas y marginadas si no existe un verdadero compromiso consciente que señale que detrás de todas ellas existe un enemigo común que las alimenta desde su reverso, y que se llama capitalismo.

El futuro de la izquierda

Está en su unidad, una unidad que debe respetar la variedad y la diversidad de sus luchas. Esa pluralidad empieza por aceptar a la lucha carlista como principio de la lucha campesina de resistencia a la imposición liberal capitalista, ya en el siglo XIX, hoy traducida y representada en la lucha contra la globalización.

El rechazo del carlismo a la privatización de los comunales públicos, llevó a los estamentos populares a enrolarse en las filas de Don Carlos desde un sentido tradicionalista comunitarista, desde una forma simple y sencilla de sentir la autogestión comunalista a través del planteamiento foralista, cartas de derecho que garantizan los derechos a los obreros y trabajadores.

Poner en valor el carlismo es enlazar la reivindicación del pasado de la rebelión campesina, es dar la oportunidad a la izquierda de tener una legitimidad histórica anterior al movimiento obrero marxista, sin necesidad de hacer añicos el pasado, sólo lo malo del mismo, pudiendo entroncar con él, haciendo presente: pasado, presente y futuro.

La lucha carlista es la bandera de la legitimidad proscrita singularizada por la alianza histórica entre el pueblo y el heredero destronado de Don Carlos. Es lo que John Ronald Reuel Tolkien idealiza en su obra de “El Señor de los Anillos” con “El retorno del Rey”, donde plasma la justicia y la diversidad en un clima y contexto comunalista dando a entender que no habrá justicia hasta que el heredero de Isildur sea entronizado en Gondor.

*Economista