[Opinión] Ni generosidad, ni caballerosidad, ni elegancia
Otra vez asistimos a la manera de hacer las cosas en España: como si de algo privado se tratara, la persona que el dictador Franco nos impuso como sucesor suyo en la Jefatura del Estado, dice que se va (y se lo dice a su hijo como padre), y se va, sin esperar a que la justicia investigue y aclare qué hay de cierto, o de delictivo (blanqueo de dinero, fraude fiscal a la Hacienda española) en las informaciones que, a cuentagotas, se van haciendo públicas; y todo ello enarbolando la inviolabilidad e inimputabilidad de esa persona. Se podría decir aquello de «Excusatio non petita, accusatio manifesta». Como nadie da lo que no tiene, el dictador Franco no le pudo dar a su sucesor ni sentido democrático, ni honradez, ni humanidad.
Por eso habría que romper con aquellas maneras y estructuras mentales de la dictadura franquista, poner el contador a cero de nuevo, e iniciar un proceso constituyente claro y expreso, que ponga en manos de la ciudadanía la elección de la estructura democrática de la sociedad y de sus instituciones, incluyendo expresamente la Jefatura del Estado, porque la que existe nos ha salido rana. Todo lo demás serían parches incapaces de dar una respuesta adecuada a la actual sociedad española del siglo XXI.