[Opinión] Respecto al futuro del Museo del Carlismo
Artículo de Evarist Olcina y Patxi Ventura publicado en www.noticiasdenavarra.com 13/03/2017
Uno de los problemas del Museo del Carlismo de Estella/Lizarra es su concepción estrictamente navarrista. Y aunque es evidente la importancia substancial que el carlismo ha tenido en la defensa de los Fueros y la soberanía del Reino de Navarra/Euskal Herria, de igual forma lo ha sido en Catalunya, el Pais Valencià, Aragón, Galiza y casi todas las naciones ibéricas.
Sus fondos, aunque no lo parezca, contienen también materiales que proceden de otros territorios: Aragón, Castilla, Catalunya, País Valencià… y naturalmente de toda Navarra/Euskal Herria. No es coherente, pues, y menos justo, pretender que la exposición pública quede prácticamente circunscrita solo a Navarra, pues oculta la existencia de otros carlismos, así como que su interpretación política concluya en el periodo del gran error y la estafa sangrienta cometido y sufrida por el carlismo en 1936 y el subsiguiente intento destructivo de la unificación y el colaboracionismo, aunque ello suponga el no mostrar las culpas y los daños que sufrimos y pudimos incurrir por acción u omisión.
El carlismo ha sido mucho más que el carlismo navarro, especialmente en las naciones históricas. Y si lo que se desea destacar son los crímenes, la relación no puede quedar reducida a los producidos o endosados a los carlistas, que no nos oponemos a que se haga pero con veracidad, en su contexto y totalidad de los cometidos y recibidos: en más de 180 años de historia y cuatro guerras civiles, -la de los matiners, aunque no en Navarra, también existió-, la barbarie fue la seña de identidad de aquella época y aquellos enfrentamientos civiles, y así, de entre los innumerables crímenes producidos por la represión liberal podrían exponerse algunos, como los de población civil a cargo de Espartero en Morella y resto del Maestrazgo; el sistemático y documentado asesinato de heridos en los hospitales carlistas al ser tomados por la soldadesca (Sta. Bárbara de Mañeru, etcétera); los practicados por la Milicia Nacional; la deportación de prisioneros carlistas a Filipinas y Fernando Poo en condiciones infrahumanas; la persecución sistemática por la Guardia Civil creada precisamente para limpiar a los carlistas resistentes de entreguerras; la orden de vaciar por la fuerza (al igual que posteriormente haría Franco respecto del maquis) las masías del Maestrazgo, ejecutando a cuantos no obedecían, etcétera y podemos seguir con fechas, lugares, nombres, apellidos por miles. Lo que no niega que igualmente condenemos con todas nuestras fuerzas cuantos errores y tropelías nos puedan corresponder.
Pero no hay que remontarse al siglo XIX. ¿Acaso la barbarie no la sufrió también la base carlista en el trienio 1936-1939? Si en el museo se pretende hacer un relato de crímenes que no se reduzca solo a Navarra, sino al entero Estado y, naturalmente a los dos bandos en lucha, deberían relatarse a la vez los hechos acaecidos en las checas, o incluso fuera, y no solo contra sospechosos de actividades conspiratorias, sino a simples militantes o simpatizantes de tertulia en los círculos y misa dominical. También contra ideólogos de la valía del catalán Tomás Caylà, referente ineludible en la propuesta confederal y autodeterminista del moderno carlismo, asesinado por los socialistas, y su cuerpo tirado a la puerta de la casa de su madre (algo similar, pero con inversión de víctimas, al fusilamiento de la madre de Cabrera por el solo hecho de ser eso, la madre del general tortosino). Y no nos referimos, por no hacer demasiado extenso este escrito, a todas las agresiones, persecuciones y encarcelamientos padecidos con la dictadura franquista hasta 1975 (quizá el último preso liberado de la dictadura fue el compañero Josep Massana, de los GAC, gracias a la amnistía) y hasta por el posfranquismo (junto a un partido marxista, el carlista fue también el último legalizado), sin olvidar Montejurra 76. Sí, la participación en el golpe de Estado del 36 fue, sin ninguna duda, un gravísimo error por nuestra parte, y todos los crímenes de uno u otro bando deben quedar registrados con el nombre de su autor para que no se olviden.
No, no habría espacio suficiente, ni con diez museos para exponer la criminalidad generada por ambas partes en 180 años de enfrentamientos. Es por ello por lo que sería interesante y conveniente ahora que se solicita una profunda revisión del espacio expositivo y del discurso a desarrollar en el Museo del Carlismo, que se tuviera en cuenta:
1º) Que el museo no es exclusivamente navarro. El carlismo es mucho, muchísimo más.
2º) Que debe acoger todos los aspectos del carlismo, y no solo los bélicos, y estos tampoco solo hasta un tiempo determinado y conveniente a las preferencias y/o fobias de quienes inspiren y diseñen el relato expositivo. Es justo que el mismo refleje también, las infiltraciones, las traiciones, las escisiones, las responsabilidades incurridas y los ataques sufridos, siempre comparadamente y en su contexto.
3º) No ocultar cualquier aspecto que no se adecúe al capricho o militancia ideológica o política del responsable o responsables del museo. En especial la innegable defensa carlista de las libertades comunales y derechos de las naciones del actual Estado español, desde el mantenimiento y defensa de los Fueros hasta la participación en el Pacto de Lizarra sin olvidar la restauración de las Diputaciones generales en los países de la antigua Corona de Aragón, la Gamazada, la Solidaritat Catalana, la propuesta de estatutos autodeterministas y pancatalanistas para Catalunya, la oposición a los planes antiforalistas (Valero Bermejo) en Navarra, etcétera.
4º) No obviar tampoco lo que respecto al carlismo opinaban y han dejado escrito Marx, Unamuno, Valle Inclán, Pardo Bazán, Josep Plá, etcétera, o los autores de diversa adscripción política en la extensa historiografía existente hasta nuestros días, ninguno carlista (Seco Serrano, Vallverdú, Toledano, Aróstegui etcétera, entre otros muchos).
Acudir ahora a un revisionismo sectario presidido por un revanchismo simplista es tan falsario como lo que se pretende corregir. Pensar maniqueamente que tan solo hay unos buenos, todo bueno, y otros malos, todo malo, y ello según la óptica de quien lo dice o manipula es tan bastardo como lo que el franquismo impuso durante 40 años. ¿Es eso lo que se pretende? Solo hay que buscar la verdad, razón por la que sería deseable un comité transversal y aséptico, y además no solo navarro, que desde la mayor objetividad y rigor histórico desarrolle la narración del más singular fenómeno político de nuestra común y reciente historia.
Los autores son militantes del Partido Carlista.
Interesante planteamiento.