[Opinión] Elecciones catalanas
Para las elecciones de Catalunya se debería utilizar un titular aparentemente extravagante: “El triunfo de Iván Redondo”, un señor, este, al que se le vio unos segundos, más bien se le entrevió y casi adivinó acercándose a Illa en la sede electoral del PSOE en Barcelona para darle la enhorabuena tras la oficialidad de su triunfo.
Redondo, desde hace un tiempo, es el oscuro hacedor de las decisiones más imprevisibles de Sánchez, especialmente desde la gobernanza de este en la Moncloa.
A tal maniobrero, solo a él, se le pudo ocurrir una idea tan magistral, retorcida e impensable como la de designar candidato a un ministro de Sanidad supergastado y controvertido para nada menos que aspirar a ser el President de la Generalitat de Catalunya y ello tras el deterioro democrático sufrido por el gobierno español en la crisis de 2017. ¿Pero Illa?
Sí, Illa era el perfecto elemento distorsionador para una crisis política de la envergadura de la catalana, con unos partidos centrales (“centralistas”) desprestigiados, gastados y sin moral de victoria y, enfrente, los fortalecidos partidos nacionalistas, secesionistas (o así, porque no está nada claro aún si su decisión de ruptura es autentica y, menos aún, de rápida ejecución), pero con una urgente necesidad de autojustificarse en especial -algún día, serenamente, la Historia lo determinará- tras el juicio, sentencia y condena a los dirigentes nacionalistas catalanes en el proceso ante el Supremo.
Illa ha sido el elemento distorsionador. Para los partidos “constitucionalistas” -curioso calificativo especialmente si se intenta aplicar a la extrema derecha- el exministro era el enemigo a parar y destruir, era el gran enemigo a derribar, por lo que el combate antisecesionista quedaba en manos del PSOE (PSC) con la carga de protagonismo y emparejado prestigio en la lucha contra el nacionalismo extremo, era el partido mas importante y con posibilidades de victoria, más aún tras el fiasco del vergonzante derechismo de Ciudadanos y práctica inexistencia del PP. Y así ha sido el resultado obtenido: el gran voto derechista y españolista ha llenado el zurrón del candidato monclovita. Genial estrategia que no era aplicable a Iceta, ya conocido en Catalunya y sin la aureola capitalina que el exministro ostenta para admiración de los “ciudadanos de provincia”.
Otra maniobra interesante, y hasta divertida, ha sido la practicada por el gobierno de la Generalitat que mes tras mes han hecho publicas encuestas de intención de voto informando que el secesionismo perdía fuelle provocando la ilusión de no ser demasiado difícil vencerlo por lo que el interés electoral decaía y las fuerzas españolistas se distraían en su lucha de taifas.
Ahora conocemos el resultado de tales maniobras. Naturalmente Illa, contra las predicciones mas optimistas y para desesperación de otros partidos centrales o sucursalistas, ha vencido, ¿pero para qué?. Esa respuesta, paradójicamente, esta en manos de los secesionistas, concretamente de Esquerra de Catalunya y del PdeCat del exiliado Puigdemont.
El primero con caratula de izquierda, y el segundo mas tradicional o de derecha. Difícil (en política nada es imposible) coyunda, pero que puede ser de muy interesante solución porque si llegan a un entendimiento para el que es necesaria la ayuda de la siempre molesta CUP y hasta la de los Comunes la situación se complica. Para la CUP la secesión ¡ya! es inexcusable, y sabemos lo que sucedió el 27 de octubre de 2017 que la proclamada República de Catalunya duró unos segundos, algo que precisamente los posibles aliados de Aragonés (8 vitales diputados) no están ahora dispuestos a que se reproduzca.
El panorama es difícil, y tan solo podría enderezarse mediante una nueva convocatoria electoral, pero eso es solo teórico porque tampoco se puede ser muy optimista con el resultado que se obtuviera. Por encima del patriotismo secesionista esta la ideología, el compromiso social, y este es siempre condicionante por ser inexcusable, algo que saben y defienden partidos minoritarios pero decisivos como los ya mencionados CUP y Podem.
En pocos días, es de suponer, que se despejarán las incógnitas, o incógnita coyuntural, pero que no servirá para alcanzar la difícil solución a un problema que, al menos para el Carlismo, ha de asentarse en el respeto a los derechos nacionales de Catalunya y para ello hay que fundamentarlo en la aceptación por los poderes del Estado de la dignidad y libertad de todos los catalanes, de Catalunya como ente político diferenciado mediante el respeto incondicional a sus rasgos políticos y culturales como nación, y para ello solo hay una alternativa, la Confederación que siempre ha de partir de la libre voluntad de todos y cada uno de sus miembros sin condicionamiento alguno. E.