El último Nadal, la guerrillera y el Maestrazgo carlista
GARA (Euskal Herria) 13/01/2011
Patxi Ventura, militante de EKA
Que se conozca es lo que importa, aunque sea por el camino no excesivamente ortodoxo de la historia novelada, que despierta el interés por el conocimiento de la verdad
El recién concedido premio Nadal ha recaído en una novela de la veterana Alicia Jiménez Bartiett que se ha apartado de su género de la novela negra y se adentra en el apasionante de la guerrilla que durante mas de una década campó por diversos territorios del Estado.
La historia es casi biográfica respecto a un personaje tan atractivo como fue el de La Pastora, una persona que sería inscrita como mujer, pero que realmente era un hombre con los órganos sexuales atrofiados, por lo que al final acabó siendo conocido con el nombre de guerra de «Fulgencio», aunque su verdadera anotación registral era la de Teresa Plà Meseguer, nacida en el «mas de la Pallissa», casa de pastores de Vallibona, cerca de Morella, territorio de amplia repercusión y protagonismo en las guerras carlistas. Se decía que su familia era carlista.
Aquel territorio ha sido siempre origen de guerrilleros en una lucha feroz de rebeldía contra el poder opresor, contra lo existente o «correctamente» establecido. Las guerras carlistas allí son calificadas como «guerras del hambre», porque era una zona profundamente deprimida desde que el comercio de lana y cereales con Italia, floreciente en los siglos XV y XVI, decayó hasta desaparecer, quedando sólo la tierra de secano que no daba ni para mal subsistir. Cercano a ese territorio, casi formando unidad con él, está el Bajo Aragón, la zona de Teruel, donde se daría la primera experiencia de comuna anarquista del mundo durante la guerra del 36-39; otra sería en Barcelona.
También del Maestrazgo fue el famoso guerrillero El Groc, de el Forcall, igualmente justo al lado de Morella, un guerrillero nombrado por el primer rey carlista Comandante General del Bajo Aragón, que sería desasistido por el traidor emigrado general Cabrera, y que acabó él solo, siendo asesinado por los soldados de cuota de uno de los batallones enviados desde Valencia para acabar con la resistencia carlista tras la primera guerra, y ello, además, en una emboscada, previa compra de un delator.
Pero el caso de la guerrillera o gerrillero La Pastora no ha sido único en esas tierras. De allí era también la famosa Heroína de Castellfort, disfrazada de hombre en una unidad carlista de la guerra de Carlos VII (1872-1876) y que hasta tiene el honor de un retrato al óleo en el actual Museo del Ejército de Toledo (antes en Madrid), o el caso que el escritor catalán Marián Vayreda narra en sus «Records de la Darrera Carlinada» de un valencianet, también en igual guerra que, procedente del Maestrazgo, se había enrolado como voluntario y que resultó asimismo ser una joven, por cierto tremendamente arrojada y temeraria, según se narra en uno de los capítulos, hasta que, descubierta su verdadera identidad, se la llevó su padre previamente avisado.
Todo se repite en la Historia. La resistencia guerrillera contra Franco, iniciada en la «invasión» de los valles pirenaicos tendría un desarrollo similar, al menos en esas tierras, al que había tenido igual forma de combatir en las carlistadas. Extracción comarcal del elemento humano, resistencia sin medios, conocimiento del terreno palmo a palmo, golpes y contragolpes de sorpresa, y persecución y represión por la misma Guardia Civil con métodos muy similares siempre: expulsión de los masoveros, erradicación temporal de toda la población dispersa y persecución y abatimiento de cualquier persona no identificada previamente. Pese a ello, la resistencia se mantendría en todas las ocasiones. En la del infamemente conocido por el galicismo «maquís» con una perdurabilidad que alcanzaría los primeros años sesenta del pasado siglo, pero ya derivando a la triste delincuencia común por sus últimos individuos.
Es interesante que esa parcela desconocida de nuestra historia, una historia terrible de rebeldía y represión, aún relativamente reciente, se vaya conociendo, y mas aún antes de que los últimos vestigios, especialmente de los escasos testigos supervivientes, desaparezcan de forma definitiva. Que se conozca es lo que importa, aunque sea por el camino no excesivamente ortodoxo de la historia novelada, pero que siempre despierta el interés por el conocimiento de la verdad.