¿Despertaremos?

 

por Javier Echeverría Zabalza * Miembro de Attac Navarra-Nafarroa – Jueves, 3 de Enero de 2013

Hace ya un tiempo que a uno le cuesta entender lo que está pasando. O sí entiende, pero como borroso, como si se tuviera una pesadilla. Y por lo que veo, a bastante gente le pasa lo mismo. Nos han recortado derechos económicos, sociales y políticos básicos, entre ellos el trabajo, los salarios, los distintos servicios sociales, la vivienda, las pensiones… Y lo siguen haciendo cada vez más. Dicen que hay que reducir el déficit y pagar una deuda pública que no hemos creado y que crece a pasos agigantados a medida que se socializa la deuda privada.

Pero sabemos que déficit y deuda son sólo pretextos para recortar esos derechos, porque hay otras políticas favorables a las personas que se podrían y deberían hacer en lugar de estos recortes. Si repasamos el rosario de privatizaciones, vemos que importantísimos sectores que antes eran públicos, como la energía, el transporte, la sanidad, la educación, los servicios sociales, las comunicaciones…-ni cito la banca-, han pasado, están pasando o van a pasar en un futuro próximo a manos privadas total o parcialmente.

Y está bien claro que no es cierto lo que nos dicen de que lo privado tiene una eficiencia superior a lo público; ni siquiera económica. Lo que vemos es que se permiten oligopolios en el sector energético que pactan precios mucho más caros que lo que deberían ser, que lo que les importa a las empresas de otros sectores son sus beneficios y no nuestra salud, educación, cuidados…, que nos manipulan mucho más descaradamente que antes en la mayoría de medios de comunicación…

Y algo que indigna de forma especial es que la poca democracia que teníamos cada vez se achica más, que cada vez se reprime más, que cada vez se miente más descaradamente desde el poder, que se nos trata como a niños. Nos dicen que en la Constitución han puesto, de un día para otro, que el déficit y la deuda están por encima de todos los derechos que se recogen en ella; ¡por orden de la Troika! Y nos imponen que hay que pagar por ponerse enfermo, que sólo los ricos tendrán posibilidad de acudir a la justicia para defenderse, que los pobres que quieran estudios universitarios se tendrán que endeudar sin saber cuándo podrán pagar esa deuda… Lo único que parece importarles son nuestros votos. Y sólo cito unas cuantas cosas. Hay o va a haber muchas más. Están haciendo una auténtica revolución a favor de los bancos  grandes empresas, y los dos partidos gobernantes se han puesto de su parte. Con diferencias en algunos aspectos sociales y derechos civiles, pero con muy pocas en lo económico. Ni en sueños uno podría creer que lo estamos permitiendo. No se puede entender que no veamos o no queramos ver lo que nos están haciendo. Por lo mucho que nos costó conquistar lo que nos quitan y por la horrible sociedad que vamos a dejar a las generaciones que nos siguen. Es cierto que hay mucha gente que se está movilizando contra los recortes y las privatizaciones. Incluso hemos hecho varias huelgas generales. Pero, a pesar de todo, es bien evidente que no es suficiente.

Incluso hay varias cosas que producen tristeza cuando se analiza algunas de estas movilizaciones. Aunque se trate de entenderlas. Sabemos que hay mucha gente que tiene miedo y desánimo, aunque creo que deberían hacer un esfuerzo por superarlos; nos estamos jugando el futuro, también el suyo y el de sus hijos. Sabemos que hay un sector de gente que todavía no somos lo suficientemente pobres. A estos, si su pasividad es egoísta y no pueden tener siquiera un poco de compasión y solidaridad –no va de limosnas- con la cada vez mayor cantidad de víctimas que están en una situación angustiosa, a esos, si se dan cuenta y no hacen nada, sólo cabe despreciar su actitud.

También sabemos que hay mucha gente que piensa que estamos en medio de una fuerte tormenta y que, después de los destrozos, pasará y volverá a salir el sol. A toda esta gente, que creo que es mucha, habría que decirles que despierten, que ningún derecho se ha recuperado sin tener que volver a conquistarlo de nuevo, que ninguna privatización ha revertido sin tener que provocar importantes cambios sociales, y que esta crisis no es una crisis más; como decía, se trata de toda una revolución regresiva que tiene como objetivo una sociedad nada deseable: ellos mismos dicen que su modelo es superar a China en lo peor. Y luego están los sindicatos, los partidos y otro tipo de organizaciones. Entiendo muchos de los argumentos de unos y otros acerca de lo malos que han sido los otros y las faenas tan grandes que nos han hecho. Tanto entiendo que hasta comparto algunos de esos argumentos. Pero aunque se comprenda sus críticas, no se entienden sus posicionamientos. No se entiende que andemos en juegos florales cuando nos están esquilmando todo. No se comprende que estén midiendo cómo sacar unos pocos votos más o cómo no perderlos cuando cada vez más gente está llegando a situaciones desesperadas.

No se puede entender que quienes debieran ser los primeros en ponerse al frente para defender la justicia social se escuden en justificaciones dudosas para no unir fuerzas contra los verdaderos enemigos. Que conste que no soy partidario de la unidad a cualquier precio. Ni de desenfocar la lucha por bajar el listón para conseguirla. Creo que es absolutamente necesario dotarnos de objetivos políticos claros que orienten la acción conjunta.

Pero estoy plenamente convencido de que hay un amplio sector social, incluyendo en él a sindicatos, partidos, organizaciones y movimientos sociales, así como muchas personas social y políticamente sensibles, que nos podríamos poner de acuerdo en un programa de mínimos suficientemente ambicioso como para crear ilusión y movilizar a la gente en la dirección adecuada. Necesitamos esa referencia –programa y unidad suficiente- para lograr una mayoría social capaz de ganar el trascendental reto que nos han planteado.

Y me gustaría hacer una consideración final. Aquí y en otros territorios del Estado tenemos una dificultad más para conseguir la unidad que necesitamos: la existencia de diferentes sensibilidades indentitarias. Pero nacionalistas y no nacionalistas de izquierdas deberíamos entender que tenemos un largo camino que recorrer juntos. El programa de mínimos que sugería debe tener tres ejes fundamentales: el social, el de profundización democrática y el ecológico. Y todas deberíamos entender que la solución a cualquier contencioso pasa por ellos. También la consecución del derecho a decidir la organización territorial, social, política y económica que queremos tener. Deberíamos esforzarnos un poco más por superar viejas heridas, sectarismos y rutinas, y centrarnos de una vez en lo que nos exige esta situación: luchar unidos por salir de ella con una sociedad más humana y democrática en lugar de con la sociedad autoritaria, antisocial y antiecológica que nos espera si lo permitimos. Quienes queremos conseguir la primera y evitar la segunda tenemos al menos la obligación de despertar de una vez e intentarlo.