Reportaje a nuestros compañeros en EL PAÍS

La lenta agonía del carlismo

ANDER LANDABURU – Bilbao – 09/05/2010

¿Qué es ser carlista en el siglo XXI? Para Bittori Salinas, veterana militante de este movimiento con más de 175 años de historia, sin ninguna duda, «es algo muy difícil». Algo complicado para los viejos militantes del Partido Carlista o EKA (Euskadiko Karlista Alderdia) en Euskadi y Navarra, en donde han visto mermarse sus fuerzas, poco a poco, desde la transición. Hoy, sin embargo, unos pocos centenares de militantes y simpatizantes intentan mantener esa pequeña lumbre de esperanza a pesar de lo que ellos definen como «frustraciones», «engaños» y «traiciones», a los que se añaden los escasos resultados electorales de estas últimas décadas.

En la impresionante sede del PC (Partido Carlista) de más de 800 metros cuadrados de Tolosa, requisada por Falange Española en la dictadura, rodeada de históricos cuadros de Carlos VII, del general Zumalakarregi, afiches, carteles y foto, junto a una amplia biblioteca, todo huele a pasado. Son valiosas reliquias de la historia. Salinas, concejala en la primera Corporación democrática, se muestra combativa y no renuncia a los postulados que se definieron a principios de los 70 en el PC: socialismo, federalismo y autogestión. «Quizá evolucionamos demasiado de prisa y muchos no nos entendieron, como por ejemplo cuando nos pusieron a parir por colocar la ikurriña en 1978, o más tarde firmamos el Pacto de Lizarra. Y eso nos afectó».

También afectó al carlismo, décadas antes, ser un movimiento político decisivo en la victoria franquista de 1939 contra la II República, y alejado de los circuitos del poder del régimen, para encontrarse en una situación de abatimiento total. Más tarde, el carlismo sería mal visto por la escasa oposición democrática por haber colaborado con el resto de los sublevados el 18 de julio de 1936.

Un legado negativo que décadas más tarde siguió pesando en sus relaciones con el PNV el PSOE y otras fuerzas democráticas, a pesar de que su líder y pretendiente a la corona, Don Javier, perteneciera a la resistencia contra los nazis, y acabara la guerra internado en el campo de concentración de Dachau. Enfrentados abiertamente al franquismo y con unos postulados progresistas, el carlismo define su nueva orientación en la celebración de Montejurra de 1957. Ese 5 de mayo cerca de 40.000 personas se enardecen con el discurso de Carlos Hugo de Borbón en las campas de Irache.

Veinte años tardaría la historia para asestar otro duro golpe al carlismo, cuando el 9 de mayo el 1976, Montejurra viviría su trágica jornada. Para los carlistas ese día supuso un antes y un después en su convulso movimiento. «A partir de entonces mucha gente se va a casa, unos desilusionados y otros con miedo. Algunos de los heridos no se atreven a ir a declarar, y, al año siguiente, la cita de Montejurra no reúne ni a la décima parte de sus habituales».

En una de las cafeterías de la Plaza de los Fueros de Tudela, Jesús María Aragón, nuevo secretario federal del PC, se lamenta hoy que «su partido no supo utilizar entonces el boom mediático del acontecimiento y a partir de ahí se entró en un periodo más difícil, en que no se reconoció, como tampoco se reconoce hoy, el papel histórico del carlismo».

Esa frustración, acompañada de un enorme disgusto en sus filas, se incrementó con el sorprendente abandono de Carlos Hugo a principios del 1980. Después de su derrota electoral en las generales del año anterior, Carlos Hugo, entonces presidente del partido, envió por carta su irrevocable dimisión de su cargo y del partido, el 28 de abril. En la sede carlista ubicada en el barrio bilbaíno de Santutxu, José María Porro, el responsable de EKA en Vizcaya, frente a una foto del mitin unitario a favor del Estatuto de 1979, se muestra muy duro con esa deserción. «Las verdaderas razones no las sabemos, pero Carlos Hugo se mostraba cansado, arruinado y con problemas familiares, y se fue a dar clases a Hamburgo».

José Ángel Pérez-Nievas el histórico dirigente lo recordó así «Nos ha abandonado, no lo hemos echado». «Muchos pensamos que recibió fuertes presiones de tipo político, como la intervención de la reina de Inglaterra, y de tipo económico. Fue una equivocación política brutal que Carlos Hugo fuera a las elecciones como candidato. No podía aspirar a ser jefe de Gobierno y jefe de Estado».

Para el ex militante de los GAC (grupos de acción carlista), que padeció dos años de cárcel durante el franquismo, la decisión del líder debilitó enormemente al movimiento y muchos de sus militantes prefirieron afiliarse al PSOE, al PCE, a AP, e incluso a la izquierda abertzale. «Fue una importante sangría, que aumentó las dificultades que habíamos padecido al no poder presentarnos a las primeras elecciones como los demás partidos democráticos. Jugada de la Administración que nos impidió contar nuestras fuerzas, y estar presentes en el pistoletazo de salida para la democracia», dice.

Cofundador de IU de donde se salió por «no recibir ni agua», los carlistas han sobrevivido estos años con dificultad, quejándose de su escasa presencia en los medios, de la «la dictadura del bipartidismo que prostituye la democracia», de sus frustrados acercamientos a otras fuerzas como Aralar, o Nafarroa Bai, o en una época a Batasuna, pero fieles a sus principios «modernos» de federalismo, socialismo y autogestión. Tanto en Tudela como en las sedes de Tolosa o Bilbao, en donde las parrillas y las cajas de vino anuncian la celebración anual de Montejurra, el ánimo de los «últimos combatientes carlistas» se ha vuelto a despertar. Hoy, otro 9 de mayo, venidos de Valencia, Andalucía, Madrid, Cataluña y el contingente más importante de Euskadi y Navarra, serán unos pocos centenares. «!Ojala! lleguemos a quinientos», afirma Jesús María Aragón, que intervendrá en el acto político en la Plaza de la Fuente de Irache y frente al monolito de Ricardo y Aniano, las dos víctimas de 1976.

El trágico Montejurra de 1976

Decir Montejurra es decir carlismo. El 9 de mayo de 1976, el movimiento de más de 175 años de vida se reunía al pie de la cresta, que algunos cronistas definen como un gigante dragón dormido. Ese día, el animal volvió a escupir fuego. Antes, y a mediados de abril de aquel año, la Hermandad de Requetés, integrada en la Confederación de Combatientes que preside el falangista Girón y la Comunión Tradicionalista que lidera Sixto de Borbón (hermano de Carlos Hugo), firman el acuerdo para otra convocatoria el mismo día y en el mismo lugar, con el lema: «Reconquistar Montejurra de la profanación marxista».

En la mañana del viernes 7 de mayo, las calles de Pamplona aparecen con pintadas de «Montejurra rojo, no», «Moriréis EKA». Al día siguiente, Sixto y sus partidarios ocupan una veintena de habitaciones del Hostal Irache sin recatarse en ocultar las armas que llevan, y esa misma noche otro grupo pernocta en tiendas de campaña ya en Montejurra.

«Viva Cristo Rey»

El día 9, la niebla y el sirimiri que cubre la campa de Irache no afecta al ambiente festivo que se adueña de los miles de carlistas reunidos para ascender al monte. Sólo algunos organizadores, conocedores de la presencia de los hombres de Sixto se muestran discretamente inquietos. Cuando aún no han dado las once de la mañana, se comienzan a oír tambores, cornetas y silbatos que provienen de unos 200 hombres armados con porras, y cadenas de hierro que se dirigen hacía la multitud gritando «!Rojos, no!, «Viva Cristo Rey». Muchos, llevan brazaletes con las letras RS (Rey Sixto) y empiezan a golpear a los allí reunidos.

Tras los primeros choques violentos entre carlistas y fascistas, y la pasividad de la Guardia Civil allí presente, José Luís García Verde (el famoso hombre de la gabardina) saca una pistola hiriendo de muerte, al joven obrero santanderino carlista, Aniano Jiménez Santos. Después de los primeros momentos de pánico y confusión, los carlistas se reagrupan e inician la subida al monte, animados por la presencia de Carlos Hugo. Pero antes de llegar a la cima, en donde Sixto, José Arturo Márquez y una docena de partidarios, algunos vestidos de legionarios, han colocado una ametralladora sobre un trípode, los carlistas van a padecer el segundo acto de la tragedia.

Con la orden «¡haced fuego raso!» los hombres de Sixto comienzan a disparar. A consecuencia de los disparos muere Ricardo García Pellejero, obrero estellés de 20 años. Con él se evacuan a tres heridos por bala. La fiesta carlista termina trágicamente y pese a las numerosas pruebas existentes, se sucedieron los obstáculos para el trabajo de los abogados carlistas. Sin juicio por la Ley de Amnistía de 1977, en 2004 la Audiencia Nacional reconoció a los asesinados en el Montejurra 76 como víctimas del terrorismo.

La resistencia

Después de 175 años de historia el movimiento carlista o Partido Carlista que propugna el socialismo, la autogestión y una Euskalherria federal, y Federada a los distintos Estados de las Españas, sigue manteniendo una docena de sedes en todo el país. Navarra encabeza la lista con seis: Pamplona (2) Estella, Lumbier, Cirauqui, y Sangüesa, el País Vasco con cuatro Bilbao, Tolosa, Azkoitia, y San Sebastián, más Valencia, y Barcelona.

Fuente:

http://www.elpais.com/articulo/pais/vasco/lenta/agonia/carlismo/elpepuespvas/20100509elpvas_3/Tes#despiece2