[Editorial] Política, o el reto de pasar del papel a la realidad los derechos

El Partido Carlista reivindica la participación ciudadana en los asuntos públicos con vistas a la inclusión del mayor número posible de puntos de vista a la hora de la toma de decisiones, y de cara al resultado de la misma.

El 10 de diciembre de 2018 se cumplió el 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por parte de la ONU y conviene resaltar la participación de la parte femenina de la Humanidad en su redacción, en estos tiempos en los que la igualdad en el trato y en las oportunidades, afortunadamente, están en el candelero.

También, unos días antes, el 6 de diciembre, se cumplía el 40 aniversario de la Constitución española, a la que los Carlistas le reconocimos el valor de ser un texto de mínimos a desarrollar, y que fue válida para transitar de una dictadura a una Democracia con aspiraciones de homologación con las de nuestros vecinos europeos. Ese valor transitorio no puede eternizarse y menos aún para provecho particular de las estructuras partidarias de los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE y de una familia impuesta por el dictador.

Los partidos políticos han de ser escuelas de formación de ciudadanía y cauces de participación de los ciudadanos en la propuesta de soluciones a los problemas que dificulten la convivencia diaria, y no pueden esgrimir la Constitución como un escudo ni como salvaguarda de situaciones de ventaja.

El Partido Carlista ha hecho una declaración política pública al respecto que se publicará próximamente en esta página web.

También en diciembre de 2018 se celebraron  elecciones autonómicas en Andalucía y sus resultados, además de  no ser los previstos por las encuestas, han sido preocupantes por la irrupción de  un partido centralista que había estado refugiado en el PP y que ahora, a saber por qué y cómo, aparece públicamente y con fuerza representando a ese fascismo residual existente en España y al que la “ley del péndulo” ha hecho emerger, a semejanza de otras propuestas autoritarias europeas y americanas.

Por eso el Partido Carlista promueve la participación en todos los ámbitos públicos, laboral, económico, ideológico, cultural, educativo…para que ni los ciudadanos ni los Pueblos ni las ciudades  sean manejadas por una minoría de cualquier tipo. En el aspecto económico es más visible esto, o sea, cómo los poderosos nos obligan a bailar al ritmo que marcan ellos, pero cuando la situación no es de su gusto se saltan sus propias normas, comerciales en este caso, que han ido imponiendo al mundo entero a través de la OMC y del FMI, caso de los EEUU de Trump y de la China de Xi Jinping, comportándose como el niño caprichoso dueño del balón y que lo retira cuando le da una rabieta; por eso tenemos que acordar el ritmo de baile con nuestros iguales, partiendo de nuestro propio ritmo, compartiéndolo, acordando comprar un balón entre varios para que el juego nos dure más y sea más divertido.

No podemos dejar de nombrar la cumbre mundial sobre el clima celebrada en Katowice (Polonia) pues nos va en ello la calidad de la herencia que vamos a legar a la siguiente generación. A pesar de todas las dudas que nos pueda suscitar el tema, hay signos claros de empeoramiento del clima y esto debería llevarnos a aplicar el “principio de prudencia” y tratar de remediar esos efectos negativos antes de que sea demasiado tarde en el tiempo, y demasiado costoso e inviable económicamente la recuperación de espacios, producciones, especies…., diversidad al fin, reduciendo la riqueza común y nuestra libertad.

Afortunadamente, parece que se ha conseguido un acuerdo suficiente para poner en marcha los reglamentos que concreten los pasos y plazos que los Estados y las grandes empresas tienen que dar para lograr los objetivos propuestos en la cumbre del clima en París en el 2015.