Partidos y democracia

La teoría dice que los partidos políticos existen para ser una herramienta de la democracia, pero cuando degeneran y pasan a ser un instrumento en manos del sistema y de los políticos para burlar lo que los ciudadanos quieren o eligen en la forma oficialmente establecida, pierden su sentido y el derecho a la existencia.

Es muy grave y muy dura esa afirmación, pues está claro que sin partidos políticos se impone la siempre indeseable dictadura que tanto sufrimos y odiamos los de mi generación y tantos otros, pero no es menos cierto que cuando los partidos se constituyen en rentables y opacas empresas económicas y magníficos centros de colocación para sus dirigentes y afiliados a costa del tesoro público, y además, hacen trampas a sus electores con el fin de mantenerse en el poder y retener esos privilegios, están imponiendo una dictadura aún mucho más indigna y oprobiosa. Pues si a la militar estamos obligados por la amenaza de las armas, la de los partidos se enseñorea y abusa de nuestra libertad y dignidad gracias a la dejación que por activa y por pasiva hacemos los electores permitiendo o no sabiendo impedir que con nuestros votos se haga lo contrario a lo que se nos ofreció, y a lo que elegimos cuando votamos.

Se viene demostrando habitualmente y con normalidad que, a veces, la voluntad de los votantes locales se desconoce también en función de acuerdos globales de las direcciones autonómicas o nacionales de los grandes partidos, y que los votos son tratados muchas veces como una mercancía que se contabiliza, canjea, permuta o subasta, incluso en mercados de futuros, según la circunstancia o el interés de sus «propietarios tenedores», al margen de las promesas electorales que se efectuaron en cada lugar, y de la voluntad ciudadana refrendándolas. Del mismo modo que los entes locales buscando el interés municipal, no pueden decidir en muchos casos las empresas que han de ejecutar las obras de alguna importancia, pues es la dirección partidista la que adjudica y decide cual es la que les ofrece mayor «atractivo».

UPN, partido de derechas y regionalista, aunque de cara a la galería se reclame navarrista y foralista, se reparte incoherentemente el gobierno en la llamada Comunidad Foral con el llamado Partido Socialista de Navarra, cuyos votos provienen de electores izquierdistas y federalistas, precisamente de los que sociológicamente son, o ¿eran?, la oposición a UPN. Argumentan para ello la nada democrática razón de Estado, por la que, según dicen, se ven «obligados a unirse» para evitar que los soberanistas, que reclamamos la autodeterminación y la confederación, y los llamados nacionalistas periféricos lleguemos al gobierno, tratando de evitar a toda costa y contra toda ética que se cumplan las previsiones de la ley electoral (su ley electoral), y la elección de la ciudadanía. Igual que vienen haciendo en Euskadi el PSE y el PP con las mismas explicaciones. Mientras en Catalunya esos mismos llamados socialistas, encuadrados en el PSC, gobiernan con algunas izquierdas y algunos nacionalistas catalanes reclamando, como históricamente habían hecho sus dirigentes, el derecho de autodeterminación y el federalismo, frente al PPC que allí está en la más radical oposición y atacando sin piedad a los socialistas.

Pero si esto es grave, lo que estos días nos informaba la prensa rompía con todos los esquemas, en cuanto a que UPN había ofrecido un acuerdo, alianza o coalición a UPyD para las próximas elecciones, e incluso más, tratándose de un partido, ése de UPyD, que hace gala de su antiderechismo y de un antiforalismo radical. Y aunque en este caso planteaban la alucinante plataforma antes de las elecciones, como corresponde, para que los electores puedan decidir, da la sensación de que ya se han traspasado todos los límites y se burlan descaradamente de los electores.

Llegados a este punto yo creo que los ciudadanos debemos plantarnos y exigir un mínimo de respeto a la sociedad por parte de los partidos, que deben sujetarse y servirla guardando al menos las apariencias democráticas, o por lo menos en la forma prevista por la Ley, y no con el egoísmo, la desconsideración y despotismo que lo vienen haciendo algunos.

Patxi Ventura

Artículo publicado en Noticias de Gipuzkoa