LA ERA DEL CAOS

Por Javier Otazu Ojer – Miércoles, 20 de Agosto de 2014
Las noticias que vemos estos días no permiten percibir un futuro mejor. Si entrásemos a analizar las tres más importantes serían los siguientes. Primero, el aumento del conflicto pero, cuidado, no entre países. En general son dentro de los países. A nivel histórico, es algo novedoso. Claro que en Ucrania los rusos apoyan de diferentes formas a la parte del este. Pero también los occidentales apoyan a la parte del oeste. Es decir, se dan conflictos dentro de países de manera que a veces hay intereses ocultos por parte de las grandes potencias como demuestran el caso de Ucrania, Siria o Israel. Eso sí, este patrón no es fijo: en conflictos como los de la República Centroafricana las grandes potencias se pueden permitir el lujo de dejarlos estar. En todo caso, existen muchos conflictos internos en los cuales ya se han desatado guerras inciviles y otros larvados que pueden estallar en cualquier momento como los de Bahrein, Pakistán, Egipto o Indonesia. Por último, no podemos olvidar los conflictos que nos pueden pillar de improviso como ya ocurrió en la primavera árabe.

El segundo punto de interés es el del virus del ébola, el cual ha generado gran atención mediática como consecuencia de la gran cantidad de muertos en la zona de Sierra Leona y países vecinos. Además, la reciente muerte del sacerdote Miguel Pajares ha incrementado más nuestro interés. ¿Por qué nos preocupa tanto esta enfermedad? Además de la lógica tristeza por las muertes de seres humanos, por la posibilidad (remota, pero posibilidad) de contagio. La malaria, el sida o la tuberculosis causan más muertos y sin embargo no los percibimos como amenaza alguna. En todo caso siempre está latente la posible propagación de algún virus mortal por el mundo, y más aún en esta época de globalización.

El tercer punto de interés sigue viniendo dado por la crisis económica. Es verdad que ha bajado el desempleo y, más importante todavía, han aumentado las personas contratadas. Pero también es verdad que las desigualdades han aumentado, que los empleos son de menos calidad y que los salarios son más bajos. Además, pese a las promesas de mejora económica la percepción global sigue siendo la misma: incertidumbre generalizada ante lo que nos traerá el futuro.

¿Aumentará la violencia, tendremos alguna epidemia global, se arreglará la crisis?

Niall Ferguson es uno de los pensadores más influyentes de la actualidad. Después de estudiar durante más de diez años las causas de las turbulencias entre países observó que existían tres factores que permitían prever la aparición de la violencia organizada mortal. El primero era la desintegración étnica: a más tensiones, más violencia. El segundo era la volatilidad económica: a más convulsiones, más posibilidad de conflicto. El tercero era el declive de los imperios: si las estructuras del poder imperial son más débiles, las batallas por el poder político son más factibles.
Analicemos ahora los tres factores. Los conflictos antiguos persisten y lo seguirán haciendo como demuestra el caso de Israel y Palestina. Aparecen nuevas tensiones. La volatilidad económica se mantiene. Además, es obvio que en los últimos años Estados Unidos ha intervenido en menos conflictos. El ejemplo de Siria es claro. Obama prometió entrar en guerra si se usaban armas químicas y sin embargo no cumplió su palabra. Así, el poder del imperio se ha tambaleado y estructuras como el EI (Estado Islámico en Irak) lo están aprovechando.

Entonces, ¿hay esperanza?

El virus del ébola nos enseña la única posibilidad: el desarrollo de organizaciones mundiales con poder ejecutivo. El OMS (Organización Mundial de la Salud) impone un protocolo para el tratamiento de estas enfermedades a nivel global. ¿Los cumplen los países? Claro que sí, ningún gobernante en un sano juicio desea que una enfermedad de este estilo se propague por su país. Por desgracia, no existe ningún tipo de poder ejecutivo global para otros problemas como la inmigración, las mafias, el medio ambiente o la justicia internacional. Y no va a seguir existiendo ya que los países están encerrados en sí mismos intentando afrontar su crisis económica y sus intereses particulares sin atender la crisis mundial.

El futuro, parafraseando a Paul Valery, ya no es el que era. Basta ver las predicciones de todos los expertos mundiales hace cinco años para comprobarlo. Tenemos varias amenazas latentes, pero preferimos estar ocho horas al día delante de una pantalla (al menos eso es lo que dicen las estadísticas) de televisión, de ordenador o de una tableta. Mientras, siguen apareciendo casos de corrupción sin parar que generan una sensación de sálvese quien pueda lastimosa. Personalmente, no comprendo cómo en los casos de corrupción persiste la presunción de inocencia. Propongo lo contrario. O al menos una dimisión temporal inmediata mientras se investiga cada caso. Por supuesto, sólo para la corrupción. Ya se sabe que la mujer del César no sólo debe ser honrada: también debe parecerlo.

En definitiva, ya podemos hacer un diagnóstico global. Bienvenidos a la era del caos. El autor es profesor de Economía de la UNED