[Opinión] La obsesión anticarlista del ateneo Basilio Lacort

Artículo de Javier Cubero publicado en www.naiz.eus 06/03/2017

Quienes contra toda evidencia histórica y contra el criterio abrumadoramente mayoritario de los historiadores especializados en la materia, sostienen reiteradamente que los carlistas que se desmarcaron del franquismo, ya desde 1937, fueron «una minoría» no merecen más que descrédito por su permanente deshonestidad intelectual.

Los miembros del Ateneo Basilio Lacort no han sido capaces de responder a las múltiples deficiencias y trampas que se han señalado en su discurso histórico, pero en cambio pretenden seguir sentando cátedra con una alegría totalmente impúdica.

Se preguntan por la relación de Espartero con la Guerra Civil de 1936, «olvidando» que quienes precisamente se aprovecharon recientemente de aquella guerra para anatemizar toda la historia del carlismo desde 1833 hasta la actualidad «casualmente» fueron ellos… También muestran una incapacidad notoria para asimilar una noción básica de la «Historia social». Luego se quejarán de que se les llamé liberales o positivistas.

Se les ha dicho de muy diferentes maneras que nadie niega la presencia carlista en el bando sublevado en 1936, y lo que eso significó… Pero ellos no terminan de entender que hablar de «represión carlista» no solamente con posterioridad tanto al Decreto de Militarización de Milicias de 20/12/1936 como al Decreto de Unificación de 19/04/1937, sino incluso en la posguerra es ir contra la verdad histórica. Guste o no ya en 1937 el Carlismo, empezando por su titular dinástico, Don Javier de Borbón Parma, inició una política de oposición al franquismo.

A estas alturas uno que es un poco mal pensado ya se empieza a preguntar que interés tienen los miembros del Ateneo Basilio Lacort en ocultar el protagonismo falangista y militar en la represión del bando sublevado. Pues consecuencia indirecta pero evidente de que, al margen de todo método científico, asignen al Requeté un rol protagonista en las actividades represivas de la retaguardia es el olvido del papel que realmente jugaron los nuevos jacobinos de «camisa azul» así como los viejos espadones del ejército liberal.

Nadie ha negado la participación carlista en la ola represiva desatada desde el bando sublevado durante el año de 1936, pero ellos persisten en olvidar la represión que sufrieron los carlistas tanto por parte de las autoridades republicanas como de las franquistas. ¿O es que no fueron varios miles los carlistas asesinados en Cataluña y el País Valenciano? Nuevamente los miembros del Ateneo Basilio Lacort demuestran un concepto de «memoria trasversal» bastante limitado.

En su particular e interesada desconexión con la realidad afirman ahora que los carlistas «proponen crear un Museo», cuando bien saben que lo que se plantea es que el actual Gobierno repare los agravios inferidos durante la etapa anterior, especialmente en lo que se refiere a la gestión y propiedad de los fondos históricos del Partido Carlista. Si ellos aspiran a desarrollar un Museo de los supuestos horrores del Carlismo es muy legítimo, pero que lo hagan sin los bienes históricos del Partido Carlista. Una vez más los liberales de hoy, al igual que los liberales de ayer, demuestran ser muy «amigos» de la propiedad ajena.

También nos hablan de un contradictorio «fuerismo liberal» olvidando que el marco de la mal llamada Ley Paccionada de 1841, tan querida por UPN, no es verdadera foralidad, sino sombra y caricatura del pasado aplastado por las armas liberales. Los antiguos Fueros implicaban una constitucionalidad y una estatalidad propias como «Reino de Navarra» (o de Aragón, o de Valencia, etc.), nada que ver con provincias del «Reino de España» subordinadas jurídica y políticamente a los Gobiernos centralistas y absorbentes de Madrid.

Por último sería de agradecer que dejaran de inventarse citas sin pies ni cabeza. En la presente polémica nadie ha afirmado eso de que «Nosotros los carlistas hemos sufrimos como nadie. Así que lo comido por lo servido. Las guerras son así. Unas veces te toca de verdugo y otras de víctimas. ¡Qué se le va a hacer!».