[Editorial] A vueltas con la desinformación y con la manipulación

Ya llevamos varios años con el tema de los migrantes, personas que salen de los países en los que nacieron, obligados porque su vida corre peligro ya sea por guerras o enfrentamientos políticos, o rivalidades de cualquier tipo, o catástrofes naturales, por la mala suerte del lugar de nacimiento, por la pretensión de realización de sueños imposibles, por altruismo y filantropía, ya sea por aventura, curiosidad, ganas de cambiar de estilo de vida, de mejorar, de prosperar….

Siempre ha sido así; el ser humano se ha movido siempre, que sepamos, ya sea siguiendo los ritmos de las cosechas y de la recogida de los frutos silvestres, ya sea siguiendo a los animales que le servían de alimento, y que también migran, siguiendo los ritmos naturales de los pastos. Ocurre que en tiempos de “vacas gordas” cuando venían traídos por los propios empresarios, los medios de comunicación, sumisos, no lo aireaban porque esa migración no era noticia de portada, sino las nuevas urbanizaciones, los campos de golf, la inauguración de edificios “singulares”…., pero en tiempos de “vacas flacas” hay quien busca aprovecharse miserablemente, mediante mentiras, medias verdades, o sea falsedades, del descontento social porque la negativa situación afecta  a la satisfacción de las necesidades básicas, por envidia malsana…, y porque los que vienen son pobres, más que nosotros, y todo incita,  a la mayoría de pobres estables existentes (en España 13 millones), a verlos como rivales, en lugar de verlos como posibles aliados en la lucha por la justicia social, aunque necesitados de nuestra ayuda en este preciso momento. No se puede pretender prohibir esta posibilidad humana de migrar; hay que regularla, teniendo como guía la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Hay, además, toda una legalidad internacional al respecto, de obligado cumplimiento, nacida a raíz de los sufrimientos que a los europeos les infligieron las dos guerras mundiales, y también el obligado salvamento marítimo. En nuestras propias carnes hemos sufrido también la necesidad de abandonar España en busca de seguridad  a causa de guerras, o de la imposibilidad de ganarnos la vida aquí.

Otro tema con el que nos están entreteniendo es con el Valle de los Caídos y qué hacer con los restos del dictador Franco, allí depositados, pasando el PSOE, actual partido gobernante, de proponer la resignificación del conjunto de Cuelgamuros, a su imposibilidad y a querer convertirlo en un cementerio civil. Este asunto ya debía estar resuelto hace décadas, y también hay precedentes de resignificación de  lugares, de edificios y monumentos, así como de hechos detestables (Auchwitz, Hiroshima, Villa Grimaldi en Chile, la ESMA en Argentina…).

Este atraso en afrontar los temas políticos y sociales democráticamente, así como la corrupción generalizada en los políticos con responsabilidades de gobierno local, autonómico y estatal, visibilizada sobre todo en cuestiones de urbanismo y en la obtención de títulos universitarios, es una muestra más de la hipocresía y mentira  de esta “democracia liberal y representativa”, en la que todo les está permitido a los partidarios de este tipo de “democracia”; para ellos no hay leyes limitativas efectivas ni, menos aún, ética social. Y, claro, en Europa, donde nos llevan algunos años más de práctica política, y donde hay algo más de vergüenza en la actividad pública, están poniendo en evidencia la pequeñez de la “democracia española”, de sus leyes restrictivas de la libertad de expresión en su variado repertorio, desde la escritura, la música, la decisión de un determinado grupo social en algún aspecto de su interés general (Catalunya)….

Esperemos que esta puesta en evidencia de las carencias en el sistema legislativo español sirvan para ir cambiando esas leyes restrictivas en la acción pública e irnos homologando legalmente a los otros países europeos como un paso hacia esa Europa basada en una democracia de mayor participación por parte de los ciudadanos, que es la que el Partido Carlista desea y anuncia a esta sociedad en la que desarrolla su actividad política.

Además de nuestro pequeño mundo local, autonómico, estatal, y europeo, sigue existiendo un mundo mayor al que también debemos prestar atención para que no sea una rémora, sino una ayuda en el mantenimiento  y perfeccionamiento de esos valores políticos y sociales que queremos que rijan nuestra vida pública en pos de la justicia social: el respeto y la tolerancia personales y grupales, el sentido común, la honradez, la laboriosidad, la transparencia, la participación en los asuntos públicos, la igualdad de oportunidades, el reparto equitativo de la riqueza producida mediante el trabajo, el altruismo, solidaridad con los menos afortunados…., para conseguir una sociedad más equilibrada y sin brechas sociales imposibles de cerrar.