15 M, un año ya

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Tribuna Abierta

15-M, un año ya

por antxon lafont mendizabal – Viernes, 11 de Mayo de 2012 – Actualizado a las 05:12h

Regularmente, la clase política da signos de impaciencia pronto disimulados por sus dirigentes cuya mayor aspiración revolucionaria es impedir las olas discrepantes.

Pero nada se detiene. La utopía de una nueva forma de vida, menos conflictiva, parece acercarse al baluarte y promete un futuro más solidario. La mayoría silenciosa jalea, desde sus acolchadas butacas, a sus oradores autorizados que se suceden, a codazos, en las pantallas de las cadenas de tv. Cuando el recado de hartazgo es pronunciado por un joven personaje barbudo, el diagnóstico del televidente transforma el mensaje en manifiesto antisistema, aunque coincida, en varios puntos, con el del crítico reaccionario.

¿Qué objetivos desea alcanzar la sociedad bien pensante? Según las encuestas, los deseos del 15-M ponían en evidencia los principales temas de preocupación de todo quisqui: la lucha contra la corrupción, la limitación del poder de los mercados financieros, la imparcialidad de los medios (seguramente los que van en sentido opuesto al del encuestado), la reforma educativa, la reforma del mercado laboral, la defensa del Estado de bienestar, la mejora de las ciudades. Otros objetivos parecen más o menos defendidos a la vez por parte del ciudadano de butaqueo y por los protagonistas del 15-M: la reforma del mercado laboral, la protección del medio ambiente, la igualdad entre hombres y mujeres, quedan objetivos que las dos clases de población, aquí juzgadas quizás abusivamente, podrían codefender: es el caso de la reforma electoral, de la transformación de la democracia, de la culpabilización de los generadores de la crisis, de la reducción del gasto militar.

Las observaciones y oposiciones contundentes a los objetivos citados correspondían a personajes de la vida política más conocidos por su afición a la redundancia sectaria que por su pertinente crítica. ¿Qué pensar a la lectura de esta encuesta, que muestra que los electores situados coinciden en siete y quizás diez objetivos con los 14 prioritarios atribuidos a los indignados, a los que se cataloga de antisistema?

Satisface la aspiración a otro tipo de vida más basado en la calidad que en la cantidad. Defrauda la tendencia de algunos intelectuales, y de voces de debate, que se ensogan en cualquier argolla resguardada.

Todavía crujen las observaciones estridentes de electos, electa esta vez, que tratando a la juventud indignada de camorristas y pendencieros, seguía afirmando que pueden esconder un golpe de Estado. Curiosa analogía emitida por una persona que algo sabe del alzamiento militar de 1936. Como en mayo 68, personas de esta índole podrían pregonar como se proclamó en un templo parisino, «Dios, sospecho que es usted un intelectual de izquierdas».

Pasemos de epifenómenos. Mustios personajes aquellos que son incapaces tanto de imaginar utopías, muchas de ellas realizables, como de idear un mundo mejor. ¡Qué tristeza!

De ambos acontecimientos, 15-M y Mayo 68, la actitud freudiana de intelectuales fatigados es pretender que ya no queda nada. ¡Cómo se olvida el pasado cercano!

Algunos historiadores solo tratan periodos a cuyos testigos no corren el riesgo de enfrentarse porque han desaparecido, en sentido propio y/o figurado. Nuestro tipo de sociedad, que tantas ventajas presenta para algunos, ha castrado el espíritu revolucionario pero no ha conseguido acallar expresiones de indignación cuyo efecto ha certificado disfuncionamientos evidentes que soportamos con la promesa de que «mañana afeitaremos gratis». ¿Cabía esperar otra actitud de parte de la clase política que brilla por la cruel endeblez de algunos de sus protagonistas de Estado dejando poltronas a individuos solo capaces de opciones a plazo electoral, transformados hoy en esquiladores de oficio? ¿Qué esperar de decisiones sobre la vida empresarial tomadas por personas que nunca han estado en empresas, como es, parece ser, el caso de cuatro ministras(os) del actual gobierno del Estado español y cuya vida laboral se ha desarrollado exclusivamente en la política? Sería el caso, por ejemplo de la ministra de empleo. ¡Cómo no indignarse!

Mientras no cambie el modelo de base, la búsqueda de solidaridad quedará sin efecto y siempre habrá alguna nostálgica y varios nostálgicos de épocas en las que la «calle era suya».

Una forma de violencia, no punible por esos violentos, a la que nos han habituado, consigue evitar debates sobre el futuro que tan ocupado está. Por ahora, en la piel de toro, se han inventado las indignaciones por horas autorizadas con la precisión de un relojero suizo.

La actual crisis, no obstante, facilitará la reflexión por lo menos de las nuevas generaciones de nativos digitales, y nos conducirá, en la mayoría de los casos, a levantar, por necesidad, el pie del acelerador de lo más para aprender a vivir mejor con menos.

Si es así, celebraremos cada año el Día de la Crisis. ¡Prometido!